El Forjista
La sociedad capitalista intenta transformarnos en seres pasivos es decir en meros consumidores de los productos de una Gran Industria, Erich Fromm proponía romper ese cerco y adoptar la actitud que corresponde a seres activos que son aquellos dispuestos a desplegar todo su potencial, vale decir todas aquellas fuerzas que radican en los seres humanos pero que muchas veces permanecen ocultas o reprimidas.
Dentro de cada hombre y mujer existen múltiples fuerzas que permiten incrementar la capacidad de pensar, de comunicarse y de lograr una mayor comprensión del mundo y de las personas que nos rodean, por eso es necesario esforzarse por incrementar dichas fuerzas, que no son otras que las del amor y la razón.(1)
Recurramos a las palabras del pensador alemán para establecer con mayor precisión a qué se refería cuando hablaba del ser activo o de adoptar una orientación productiva: “El amor es un aspecto de lo que se ha llamado orientación productiva: la relación activa y creadora del hombre con su prójimo, consigo mismo y con la naturaleza. En la esfera del pensamiento, esta orientación productiva se manifiesta en la comprensión adecuada del mundo por la razón. En la esfera de la acción, la orientación productiva se manifiesta en el trabajo productivo, cuyos prototipos son el arte y los oficios. En la esfera del sentimiento, la orientación productiva se expresa en el amor, que es el sentimiento de la unión con otra persona, con todos los hombres y con la naturaleza, a condición de que uno conserve la sensación de integridad e independencia”.(2)
Cuestionaba que las actividades efectuadas por las personas debieran tener un objetivo utilitario, mucho más aún que debieran buscar la obtención de alguna ganancia o beneficio, y así lo expresaba: “…cada vez más nos limitamos a hacer lo que tiene un fin, aquello de lo que resulta algo. Y al final ¿qué es esto? Resulta ser dinero, o fama, o ascenso socioeconómico, pero el hombre piensa cada vez menos en hacer algo que no tenga absolutamente ningún fin; ha olvidado que eso es posible, y hasta deseable y, ante todo, hermoso. Lo más bello que hay en la vida es exteriorizar las propias fuerzas, y no para un determinado fin, sino por el acto mismo”.(3)
Rechazaba categóricamente esa desesperación que se apodera de muchos individuos por obtener lucro o algún otro tipo de beneficio, y a considerar sin sentido cualquier actividad que se aparte de esa finalidad.
Señalaba que aquellas ideas que eran producto de un pensamiento activo son generalmente nuevas y originales, no porque no hayan sido pensadas anteriormente por otras personas sino porque permiten descubrir nuevas cosas, tanto del mundo como de nosotros mismos.(4)
Para crecer y desarrollarse el hombre necesita seguir naciendo, esto significa ir disolviendo los lazos primarios que lo unen a la sangre y el suelo, es dar un paso audaz con la consecuencia de renunciar a las certidumbres y a las defensas, implica dar un salto hacia el compromiso, según Fromm el psicoanálisis podía ayudar a emprender este camino pero de ninguna manera podía sustituirlo, cada persona debe asumir su responsabilidad ante la vida.(5)
Fromm sostenía que ser activo era un requisito básico para el bienestar humano, en el sentido de ejercitar todas sus facultades, esto significa, ni más ni menos, que nadar contra la corriente, porque en la sociedad moderna se intenta transformar a las personas en seres pasivos, de esa manera se lo priva de participar activamente en los asuntos sociales, aún en la empresa en que trabaja y pasa una buena parte de su tiempo, consecuentemente se intenta limitar su actividad a los asuntos personales. Si el hombre es pasivo en su trabajo muy posiblemente también lo sea en su tiempo de descanso.(6)
El hombre activo y productivo es quién capta el mundo de manera objetiva con sus propias facultades, cosa que no puede realizar si es presa de la enajenación que es la negación de la productividad.
Para Marx la historia de la Humanidad es la historia del desarrollo creciente del hombre pero a la vez también de su enajenación, su concepción del socialismo consistía fundamentalmente en lograr la emancipación de la enajenación que tiene por consecuencia el reencuentro del hombre consigo mismo.
La primera forma de enajenación con que se topó el ser humano fue la idolatría contra la cuál lucharon los profetas del Antiguo Testamento, consistía en adorar ciertos productos surgidos de la mano del hombre y al venerar estas cosas el hombre también concluía convirtiéndose en una cosa.
Como ya vimos los ídolos pueden adoptar distintas formas que suelen asumir la representación de una divinidad, pero que no se encuentra exclusivamente en figuras con algún sentido religioso. El fanático que deposita su confianza en un ídolo intenta compensar su estado depresivo o su vacío interior sometiéndose a él.(7)
En Fromm el concepto de racionalidad está firmemente asociado con todo aquello que fomente el crecimiento y el desarrollo de una estructura, por lo cual consideraba que eran irracionales todas las conductas que impidieran o retardaran el crecimiento de un ser.(8)
Las dicotomías existenciales no pueden ser anuladas pero hay distintas maneras de enfrentarlas, apaciguando la mente por medio de ideologías armonizadoras, o escapando de la inquietud interior mediante una actividad incesante dedicada a los placeres o a cuestiones de negocios, también renunciando a la libertad individual y sometiéndose a poderes externos.
Pero hay sólo una solución que consiste en afrontar el problema y utilizar las propias fuerzas para dar significación a la vida, esto no implica plena certeza, la exigencia de certeza puede impedir la búsqueda del significado que la vida tiene para cada uno, la tarea más importante es el desarrollo de los poderes propios de cada ser humano, pero siempre reconociendo las limitaciones que imponen las leyes de la existencia.(9)
El concepto de productividad es una facultad humana que contradice la idea que el hombre es perezoso por naturaleza. Paralelamente la sociedad occidental ha estado obsesionada con la cultura del trabajo y la necesidad de sostener una actividad constante, pero la pereza y la actividad compulsiva no son contrapuestas, son dos síntomas de un mismo trastorno, lo opuesto a ambas es la productividad.
La libertad, la seguridad económica y una organización social en la cual el trabajo pueda ser expresión de las cualidades del Hombre, mostrarán la tendencia natural de los individuos a hacer uso productivo de sus poderes.(10)
A nuestro entender, lo interesante en el sistema de pensamiento frommiano era que dejaba en manos de los hombres y de las sociedades construidas por ellos la responsabilidad de alcanzar la felicidad o no, es decir debía ser el efecto de su actividad productiva y no un don que los dioses otorgaban. Felicidad o gozo no es el producto de la satisfacción de una necesidad fisiológica o psicológica, no es el alivio de una tensión, es un fenómeno que acompaña a toda actividad productiva ya sea al pensar, al sentir o en la acción.
Diferenciaba gozo en el sentido que se refiere a una actividad en particular, de la felicidad que se vincula a una experiencia continua. La felicidad indica que la persona ha encontrado respuesta al problema de la existencia humana, es decir que ha logrado desarrollar sus potencialidades y cumple con dos condiciones esenciales: es parte de este mundo y ha preservado su propia integridad.
El sufrimiento es parte de la existencia humana y padecerlo es inevitable, eludir la pena a toda costa sólo puede lograrse mediante el aislamiento total, lo cual también excluye la posibilidad de experimentar felicidad. Lo opuesto a la felicidad no es el pesar o el dolor, es la depresión que es la esterilidad interior y la improductividad.(11)
Así lo explica Fromm: “El placer irracional es señal de codicia: indica el fracaso en la resolución del problema de la existencia humana: La felicidad (gozo) es, por el contrario, la prueba del éxito parcial o total obtenido en el ‘arte de vivir’. La felicidad es el mayor triunfo del hombre; es la respuesta de su personalidad total a una orientación productiva hacia sí mismo y hacia el mundo exterior”.
Pero realizaba la aclaración que casi nunca olvidaba: nada que sea valioso es fácil de obtener, la ética humanista puede postular la felicidad como virtud suprema, pero hay que tener en cuenta que el pleno desarrollo de la productividad es la tarea más difícil.(12)
El humanismo que proponía Fromm basándose en la larga tradición de todos aquellos que hemos citado a lo largo de este trabajo, no tiene la finalidad de reprimir la maldad del hombre, lo cual se busca en las tendencias autoritarias, sino el uso productivo de las capacidades humanas. Lo esencial es que el desarrollo de los seres humanos sea el fin de todas las actividades sociales y políticas, donde las personas sean el único objetivo y no el medio para nada ni para nadie.
Todo incremento del gozo que acompaña cualquier actividad productiva que una cultura puede proporcionar, contribuirá más a la educación ética de sus miembros que todas las amenazas de castigos y las prédicas a favor de la virtud.(13)
Son la ansiedad y la inseguridad de una persona las que la inducen a odiar, envidiar o someter a otras, el encontrar placer en esos sentimientos radica en la carencia de productividad, tanto las necesidades fisiológicas como las psíquicas irracionales forman parte del sistema de escasez.
En tanto el reino de la abundancia puede existir solamente cuando las personas no deben pasar la mayor parte de su vida trabajando para subsistir. La evolución de la raza humana se caracteriza por la extensión del reino de la abundancia, de la utilización de la energía excedente disponible para logros que están más allá de la supervivencia, todos los avances de la Humanidad fueron resultado de la abundancia.(14)
Pero esa abundancia también provocó un estado de conformismo en amplios sectores sociales: “Estamos formando personas sin valentía, que no tienen el valor de llevar una vida interesante o intensa, que están adiestradas para perseguir como único objetivo vital la seguridad, cosa que de esta manera sólo puede alcanzarse mediante un conformismo total y una falta total de dinamismo. En este sentido parece que la alegría y la seguridad son completamente opuestas, porque la alegría es consecuencia de una vida intensa, y si uno vive con intensidad debe ser capaz de soportar mucha inseguridad, porque entonces la vida es en todo momento una empresa muy arriesgada, con la única esperanza de no vacilar ni extraviarse por completo”.
Deberíamos mantener cierto sentido de la aventura, perderlo por una sensación de seguridad haría de la vida un completo aburrimiento, el cual se intenta superar por medio de películas, televisión, revistas que nos cuentan sobre los casamientos y divorcios de la farándula, es decir satisfaciendo el sentido de aventura por medio de terceros.(15)
Fromm también trató de mostrar que las pasiones raramente se presentan aisladas, por lo general asumen la forma de síndrome. El amor, la justicia, la solidaridad y la razón se encuentran interrelacionadas, todas estas son una manifestación de la orientación productiva al que le dio el nombre de “síndrome favorecedor de la vida”. El sadomasoquismo, la destructividad, la voracidad, el narcisismo, suelen ir juntos y conforman el “síndrome contrario a la vida”. Por supuesto que son raras las personas totalmente gobernadas por una u otra orientación, la mayoría tiene una mezcla de ambas, lo que interesa es la fuerza que tenga cada una de ellas y en eso es importante la tendencia imperante en la sociedad.(16)
Atendamos ahora otra voz sobre el tema que estamos abordando, para eso recurriremos a una de las convocadas para el libro “Humanismo socialista”. Mathilde Niel, quién participara en la Resistencia de la Francia ocupada por los nazis, decía que el hombre que alcanza su liberación es generoso y desinteresado, también es una persona creadora. Logra desarrollar su personalidad sin por eso dejar de armonizar con sus semejantes, no necesita de ídolos, dogmas o prejuicios porque es tolerante, con un profundo sentido de la justicia y la igualdad, es consciente que es un individuo diferente a los demás pero a su vez también es una persona universal.
El hombre alienado nunca consigue ser él mismo, no vive en el presente, sólo en el futuro y busca adaptarse a un modelo que le imponen, no piensa ni actúa por sí mismo, siempre debe recurrir a algo o alguien externo: a la tradición, a un credo, a un ser superior, etc. Necesita servir, odiar, reverenciar o combatir a alguien. Dedica su vida a perseguir algo, ya sea un fin material: riqueza, comodidad, prestigio; o un fin espiritual al que transforma en absoluto. La persona alienada suele ser violenta, autoritaria e intolerante; pero también suele ser pusilánime pues teme a la autoridad, tiene miedo de pensar y actuar de manera diferente a los demás, es fundamentalmente un conformista.(17)
La mayoría de las personas e incluso las clases sociales no pueden soportar un desengaño si es que no hay una solución positiva, sencillamente no escucharán o no comprenderá por más pruebas que se les muestren. Por eso Fromm se preguntaba si no sería mejor vivir en el engaño para evitar sufrimientos, obviamente tenía una respuesta a ese dilema y es que la verdad tiene un efecto liberador, como consecuencia independiza y ayuda a encontrar un equilibrio dentro nuestro. Tal vez se llegue a la conclusión que no se pueden cambiar las cosas pero se habrá conseguido vivir y morir como un hombre y no como un borrego.
Si evitar el dolor y gozar de las mayores comodidades fueran los valores supremos, el engaño sería preferible a la verdad, pero no lo son, cuando más hombres logren quitarse los velos de los ojos más cambios sociales e individuales serán posibles.(18)