El Forjista
Fromm vivió en Alemania, los Estados Unidos, México y Suiza. Muy posiblemente su larga estadía en el país latinoamericano lo acercó a los problemas del Tercer Mundo que si bien no constituyeron un tema central en su obra, le permitió adquirir una clara conciencia de la situación que padecían esos países alejados de los centros de poder. El sentido de este capítulo es precisamente mostrar que estaba imbuido de la situación de los países dependientes y de los mecanismos desplegados por las grandes potencias para someter a esos países.
Fromm sostenía que el fracaso de la sociedad moderna se evidenciaba en dos factores, por un lado la incapacidad para vivir en paz y por el otro la brecha existente entre la abundancia de occidente y la pobreza que predomina en la otra parte del mundo.(1)
Siempre impulsó la idea que las grandes potencias debían ayudar incondicionalmente a los países subdesarrollados aún cuando se pudiera ver afectado, en parte, el nivel de vida de los ciudadanos de las naciones ricas, pero alertaba además que, de ninguna manera esa ayuda debía ser utilizada como excusa para introducir inversiones norteamericanas o europeas y mucho menos como forma de intervenir en países pequeños o débiles.(2)
Consideraba que para los países subdesarrollados la alternativa no consistía en optar entre el capitalismo y el socialismo, sus reales posibilidades de elección se presentaban entre el socialismo autoritario y el socialismo humanista.(3)
Decía Fromm que aquellos países que habían logrado liberarse del colonialismo no seguirían, al menos por su propia voluntad, el camino del capitalismo, consideraba que por razones sociales, económicas e incluso psicológicas esta opción no era factible, la cuestión no era si se aferraban al capitalismo o al comunismo, sino que la alternativa real consistía en si adherían al comunismo chino o ruso, o si lo hacían por alguna modalidad de socialismo democrático, conformando un grupo con los países no alineados que lideraban Tito, Nasser y Nerhú.
Estimaba que los Estados Unidos podían continuar su lucha contra el comunismo mediante el incremento de la carrera armamentista y la posibilidad que todo concluya en una guerra nuclear o bien, podían acordar con la URSS un desarme universal y apoyar a los regímenes democráticos-socialistas que gobernaban en países que se habían liberado del yugo colonial. (4)
Obviamente estas propuestas que Fromm realizaba iban contra la naturaleza imperialista de esa potencia, la que hasta el momento no ha demostrado ningún interés en beneficiar a aquellas naciones que intentan encarar un camino independiente, por el contrario cada vez que estuvo a su alcance y que lo consideró inconveniente a sus intereses, intentó impedir la conformación de gobiernos populares y soberanos.
Fromm insistía que los países dependientes no seguirían el camino capitalista porque debían sacudirse el poder económico de ciertas camarillas que ocupaban el poder con el único objetivo de beneficiar a un reducido núcleo, ignorando las necesidades de las mayorías. Por lo tanto era imprescindible encarar un plan que distribuya los recursos más equitativamente, por eso la cuestión en esos países no era si elegirían entre el capitalismo o el socialismo, sino que forma de socialismo elegirían, obviamente que para él la opción más acertada era la del socialismo humanista y democrático.(5)
Identificó con claridad la función del imperialismo y sus nefastas consecuencias en los países débiles: “La historia de Europa y América del Norte, a pesar de la conversión al cristianismo, es una historia de conquista, orgullo, codicia; nuestros valores más elevados consisten en ser más fuertes que los otros, en vencer, conquistar y explotar a los demás”.
El saqueo y el extermino formaron parte de esa política de dominación, y en ese proceso participaron todos los grupos políticos y religiosos de la estructura imperial: “No se necesita demostrar que la historia de Europa es una historia de conquistas, explotación, fuerza, subyugación. Casi no existe un período que no se caracterice por estos factores, ninguna raza ni clase se exceptúan. A menudo esto incluye el genocidio, como el de los indios norteamericanos, y ni aún las empresas religiosas, como las Cruzadas, son una excepción. Esta conducta ¿fue sólo aparentemente por la economía y la política, y los traficantes de esclavos, los gobernantes de la India, los asesinos de los indios, los ingleses que obligaron a los chinos a abrir sus territorios para importarles el opio, los instigadores de las dos guerras mundiales y los que preparan la próxima guerra, son cristianos de corazón? O ¿Quizá los dirigentes eran sólo paganos rapaces, mientras que las grandes masas de la población seguían siendo cristianas? Si fuera así, podríamos sentirnos contentos. Por desgracia, no es así. Seguramente los dirigentes a menudo eran más rapaces que sus seguidores, porque tenían más que ganar, pero no podrían haber realizado sus planes si el deseo de conquista y victoria no hubiese sido – y sigue siendo- parte del carácter social”.(6)
Nunca dejó de reclamar que concluyera el abismo entre naciones ricas y pobres, en estas últimas la gente hace tiempo ha dejado de creer que su situación se debe a la voluntad de Dios, creencia que intentaron imponer las clases dominantes. En la década del 70 del siglo XX el incremento del precio del petróleo implicó el inicio de la demanda de los países colonizados para defender el valor de sus materias primas y tratar de obtener un precio que respondiera a sus necesidades y no a las que impusieran las potencias que consumían ese petróleo y que pretendían un precio más barato. Comprar barato las materias primas de los países no industrializados y vender caro los productos de su industria constituyó una de las maneras más evidentes de la dominación imperial.
Fromm alertaba a las potencias sobre un futuro sombrío si no adoptaban rápidamente medidas para disminuir la brecha entre las naciones, anunciaba que las epidemias que padecían las naciones empobrecidas podían llegar a los países desarrollados, pero también anunció el peligro de que el terrorismo alcanzara a las naciones ricas, las cuales por aquellos tiempos creían estar al margen. Predecía que el hambre podía causar tal desesperación en ciertos sectores que con ayuda de simpatizantes que pudieran estar viviendo en las grandes potencias se realizarían actos de destrucción “y hasta usarán pequeñas armas nucleares o biológicas que producirán el caos en el mundo de los blancos”.
Pero indicaba que estas catástrofes podían evitarse si se domina el hambre y las enfermedades, pero para eso se necesitaba la ayuda de las naciones industrializadas, esa ayuda debía estar libre de cualquier condicionamiento o imposición como el de querer forzar la aceptación del capitalismo en regiones como Africa o Asia.(7)
Aún cuando Fromm era un serio cuestionador del nacionalismo luego de la experiencia vivida en su propio país con el nazismo, supo diferenciarlo de aquél que surgía como una instancia defensiva en las naciones atrasadas asoladas por imperios devastadores, en este marco consideró que la Revolución China tuvo una gran significación porque se produjo como parte del movimiento de liberación colonial, las naciones subdesarrolladas de Asia, Africa y América Latina tienen en común el nacionalismo que implicaba la independencia económica y la industrialización. (8)
La revolución de Nasser en Egipto fue socialista y nacionalista, proponiendo cambios económicos en beneficio de las masas populares. Se libró de la dominación inglesa pero también se esforzó por no seguir los lineamientos rusos adoptando un camino propio que lo identificó con los países no alineados, debió lidiar con la ceguera norteamericana que no aceptaba neutrales y que llevó a Egipto a estar cerca de adherir a la órbita soviética, no obstante Nasser se mantuvo como no alineado a pesar de las provocaciones norteamericanas, inglesas y francesas.
Consideraba condenada al fracaso la política norteamericana de forzar a asumir posiciones pro occidentales a gobiernos impopulares, muchos de los cuales se mantenían por la ocupación de las tropas estadounidenses, la única política constructiva y con posibilidades de éxito era el de apoyar al bloque no alineado, los rusos en cambio siempre habían sido más juiciosos y aceptaron la neutralidad al menos en algunos casos.(9)
También señaló sin dejar dudas su completo desacuerdo con las políticas norteamericanas de voltear gobiernos con los que no simpatizaba, para instalar regímenes sumisos que permitían el ingreso indiscriminado de sus multinacionales y la destrucción de la incipiente industria nativa, en 1954 los Estados Unidos actuaron para derrocar en Guatemala al mandatario Jacobo Arbenz, bajo la falsa acusación de comunista, en realidad se trataba de defender los intereses de la United Fuit Company que se veían amenazados por la política nacional y popular de Arbenz, de manera similar el gobierno norteamericano había actuado en Cuba, Filipinas, Haití, Nicaragua y México; mostrando que las multinacionales preferían tratar con gobiernos corruptos.(10)
También mostró su simpatía por el gobierno surgido en Cuba en 1959 liderado por Fidel Castro, en ese sentido remarcó la política agresiva de los Estados Unidos que incluso llegó a organizar contrarrevoluciones, todo eso para defender los intereses de sus multinacionales. Fromm nos decía que esta revolución fue auténticamente cubana, que no estaba inspirada ni en Rusia ni en China, al punto que los comunistas cubanos apoyaban al dictador Batista, sólo cuando los norteamericanos intentaron ahogar la economía de Cuba, Fidel Castro se vio obligado a buscar el apoyo de la URSS. En el momento que la revolución cubana comenzó la transformación social los integrantes de las clases medias y altas se volcaron a la oposición, la mayoría de los cuales comenzaron su huida hacia Miami.(11)
Fromm deslizó la hipótesis que Cuba se hubiese mantenido neutral si los Estados Unidos no hubieran intervenido de manera descarada para influenciar en sus asuntos internos, llega a la conclusión que lo que convirtió a Cuba en una amenaza para los Estados Unidos fue la propia política norteamericana, si se hubiese aceptado la independencia de Cuba y además se la hubiese ayudado, en vez de bloquearla, no hubiera significado una amenaza para nadie. (12) En realidad Cuba nunca no un peligro para tamaña potencia mundial, la palabra “amenaza” sólo sirvió para que los Estados Unidos justificaran su permanente agresión al país del Caribe.
Aquí Fromm realizó la única mención a la Argentina que nosotros hayamos detectado, al citar al senador argentino Alfredo Palacios al que enrola en el socialismo democrático y al que señala como apoyando a la revolución cubana. No podemos dejar de mencionar que los adversarios políticos de Palacios, principalmente aquellos enrolados en el peronismo lo han cuestionado por apoyar revoluciones en el extranjero y oponerse a las transformaciones que se realizaron en su país, además de haber sido funcionario de un gobierno surgido de un golpe de estado en 1955.
Continuando con Fromm, advertía que si la potencia del Norte insistía en la defensa de los intereses egoístas de sus grandes empresas multinacionales, toda América Latina se convencerían que los Estados Unidos no están dispuestos a aceptar cambios económicos que lesionen el capital norteamericano y llegarían a la conclusión que sólo una revolución comunista podría permitir las reformas necesarias para asegurar el bienestar de las mayorías.
En América Latina los Estados Unidos estaban llevando a cabo una política que tarde o temprano concluirá en un desastre, nos decía Fromm, ese país debería hacer primar sus intereses permanentes por sobre los de las grandes empresas, que poseen en los países dependientes un poder que la ley no les permite en su propio país.(13)
Esa predicción de Fromm realizada en la década del 60, influenciada seguramente por la revolución cubana, en el sentido en que los países latinoamericanos podían seguir caminos que los identificaran con las sistemas soviético o chino, no se evidenció en la realidad, en general cada país buscó un sendero propio que nada tenía que ver con la política europea acostumbrada a la clasificación en derechas e izquierdas.
En América Latina surgieron desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial movimientos de liberación nacional, cada uno de los cuales tenía su particularidad pero también grandes similitudes al buscar enfáticamente la independencia económica y política; y desarrollar una gestión para incluir a millones de marginados por las políticas impuestas por las oligarquías nativas. Muchos de esos movimientos fueron desalojados del gobierno mediante sangrientos golpes de estados que tuvieron por finalidad restaurar el poder de las minorías y sus aliados extranjeros.
Luego de la ola neoliberal de los años 90 con su secuela de pobreza y destrucción del aparato productivo, América Latina comenzó a elegir gobiernos que, con sus más y sus menos, intentaron responder a los reclamos de las mayorías que habían permanecido ignoradas durante aquél ciclo. No hay ninguna casualidad que todos estos gobiernos populares hayan sufrido de una campaña de desprestigio y calumnias manejadas por los medios de comunicación en manos de multinacionales o de poderosos monopolios.
Uno de los consultados para su libro “Humanismo socialista” fue Léopold Senghor quién fuera presidente de Senegal, a la vez que uno de los forjadores de la independencia de su país y creador de la Unión Africana, este político señalaba un aspecto de gran importancia en la teoría de Marx, en ella existía un claro componente eurocentrista que además si lo sumamos a la confianza que el gran pensador alemán puso en la conciencia de los trabajadores, no le permitió percibir que en las décadas siguientes el gran conflicto se produciría entre el colonialismo de las potencias dominantes y los trabajadores de los territorios subyugados.
No todos señalan lo que Senghor remarcó con total justicia, el nivel de vida de las masas europeas sólo pudo aumentar a expensas de las poblaciones de Africa y Asia, y acotamos nosotros, también de América Latina. La economía europea gira en torno a la venta de productos manufacturados a los países subdesarrollados a precios altos, y la compra de materias primas a los mismos países a precios lo más bajos posibles.
Así lo define Senghor : “En una palabra, el proletariado europeo se ha beneficiado con el sistema colonial, y en consecuencia nunca se opuso realmente(es decir, efectivamente) al mismo”. (14) El ex presidente senegalés abordó un tema central que muchas veces intelectuales norteamericanos y europeos pasan por alto aún cuando se consideren progresistas.
Fromm en cambio, sí llegó a reconocer esta situación, al indicar que el capitalismo pudo tener un mayor éxito del que suponían los socialistas que consideraban que cada vez habría mayor cantidad de pobres, por el contrario en los países centrales el avance de la tecnología hizo posible que muchos trabajadores se beneficiaran pero también esa mejora fue producto del saqueo de los países dependientes. (15)
Nuestro pensador llegó a establecer con exactitud las diferencias sustanciales que mostraban aquellas naciones poderosas y las que no lo eran, en Europa el enfrentamiento entre obreros y burgueses dio paso a un espíritu de colaboración dentro del marco del sistema capitalista, los socialistas que controlaban los sindicatos fueron quienes alentaron esa situación, las revoluciones no tuvieron cabida en Europa, salvo en Rusia. Pero mientras en los países occidentales las diferencias entre los que menos y los que más poseen se redujeron, las distancias entre las naciones que más tienen y las que menos son inmensas.(16)
La actitud de los dirigentes socialistas en ambas guerras mundiales o la del socialismo francés que apoyó la política colonial en Argelia son algunos casos que muestran la complicidad socialdemócrata en las aventuras imperiales de sus burguesías. Más recientemente podríamos citar a los laboristas ingleses en el conflicto de Malvinas o la sumisión y complicidad de Tony Blair con las aventuras imperiales de Bush.