El Forjista

El impuesto a las mayores fortunas de San Martín

 

Nuestro prócer, el general San Martín fue intendente gobernador de la provincia de Cuyo, instalado en Mendoza se dedicó a organizar el ejército de los Andes con el cual realizó la proeza más importarte de nuestra historia y una de las hazañas militares más significativas de la historia mundial para liberar a Chile y luego al Perú del dominio español.

Los fondos para realizar el cruce de los Andes provinieron en parte del erario público de la Nación, pero no resultaban suficientes por eso San Martín debió reclamarle al pueblo cuyano un enorme sacrificio económico que se concentró en aquellos que se encontraban en mejor situación económica.

En sus funciones ejecutivas el Libertador implementó un impuesto de guerra a la riqueza que recayó en los más ricos, esto motivó que debieran realizar una declaración jurada para determinar los bienes que poseían.

También dispuso impuestos al vino y el aguardiente; y se expropiaron los bienes de los realistas que se habían fugado, se confiscaron alfalfares para la caballada y se usaban de manera gratuita caballos y mulas.

No obstante, aquellos que no tenían un pasar económico holgado no dejaron de realizar un considerable aporte trabajando sin salario, los artesanos cumplieron funciones en los talleres militares recibiendo como paga exclusiva la comida del día, en tanto que las mujeres tejieron los uniformes de los soldados.

Si bien algunos fueron convocados para realizar las tareas mencionadas, la mayoría se presentaba voluntariamente antes que la autoridad efectuara algún llamado.

La versión liberal de nuestra historia limitó el aporte de San Martín a nuestra nación al plano militar, ocultando que fue un notable líder político y un eficiente administrador, que supo convocar al sacrificio de la población y que sin embargo se ganó la confianza y la admiración del pueblo cuyano.

Cuando desde Buenos Aires lo quisieron reemplazar por su negativa a desenvainar su espada contra sus compatriotas, se llegó a enviar a enviar a su reemplazante a Mendoza, pero una pueblada obligó al gobierno central a reponerlo en su puesto.

Por supuesto que también debió lidiar con poderosos de fortuna que intentaron anteponer sus mezquinos intereses al de la nación, pero la firmeza del gobernador y el ejemplo del sacrificio que estaba dispuesto a realizar el resto de la población los obligó a deponer sus quejas.

Hoy el mundo entero atraviesa por una de las mayores tragedias, que ha provocado que en muchos países la pandemia haya provocado más muertes que las guerras en que esos países han participado en el pasado.

En los Estados Unidos los muertos por el covid sólo son superados por la cantidad de fallecidos por la Guerra de Secesión, guerra civil de fines del siglo XIX que terminó con la vida de 620.000 a 730.000 personas.

En tanto que en nuestro país han fallecido muchas más personas que en las peores tragedias como en la Guerra de Malvinas o Cromañón.

Cuando hablamos de estos números no debe olvidarse que estamos haciendo referencia a vidas humanas, detrás cada uno de ellos hay una familia que está padeciendo la desgracia de perder a un ser querido, vidas que se fueron muchas veces en soledad sin poder despedirse o dejar un mensaje de amor o gratitud.

A veces parece que nos estamos acostumbrando a los números de muertos y los escuchamos como si se tratara de mera estadística, estamos ante una inmensa tragedia que obliga a decisiones en cierto punto parecidas a las que debió adoptar nuestro Libertador.

El aporte solidario a las mayores fortunas no debería merecer cuestionamiento alguno porque las circunstancias lo justifican plenamente, a pesar de lo cual el partido de la oligarquía referenciado en el macrismo escribió otra vergonzosa página procediendo a oponerse a que las mayores fortunas del país realizaran ese aporte, también salieron a cuestionarlos algunos de los multimillonarios que deben pagarlo.

Si quedaba alguna duda de los intereses que defiende Juntos por el Cambio ya debería estar plenamente despejada, políticos que llegan a la función para convertirse en los lacayos de los poderosos o para beneficiarse ellos, sus amigos y parientes.

Injustificada reacción que contrasta con el inmenso sacrificio desplegado por aquellos que arriesgan cotidianamente su vida para salvar la de sus semejantes, como ocurre con el personal de salud en su heroica misión y como también sucede con los trabajadores de otras profesiones y oficios considerados esenciales.

Como se dijo reiteradamente la pandemia ha mostrado lo mejor y lo peor de nuestra sociedad, convencido que la mayoría de los argentinos han actuado con la responsabilidad que la hora requería, aunque otra vez los poderosos y los políticos a su servicio han mostrado su mezquindad y una actitud antisocial que merecería el repudio de todos.

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