El Forjista

Derrumbar los falsos ídolos

 

Quién más quién menos, todos nos hemos mostrado asombrados por alguno de los adelantos tecnológicos que de manera constante aparecen y que muestran que la inventiva humana no parece tener límites.

Televisores con una nitidez espectacular, teléfonos que cada vez tienen más funciones, robots cada vez más parecidos a los humanos, viajes a los lugares más alejados del universo, también nuevos productos que se vuelven obsoletos como la misma rapidez con que se venden cuando son novedad.

Algunos van más allá y son consumidores compulsivos de esos productos novedosos y hacen horas de vigilia para ocupar los primeros lugares entre los adquirentes de las novedades que las multinacionales tecnológicas nos presentan, como ocurre, por ejemplo, cada vez que Apple lanza al mercado alguna de sus innovaciones, aunque por estos lares los productos de esa empresa son casi prohibitivos por los precios, aun cuando el macrismo había prometido poblar las ciudades de Apple Store.

Pero aun más aquellos empresarios jóvenes que dieron nacimiento a esas multinacionales ya sea desde un garage o desde sitios más conformables, han sido poco menos que canonizados por los fanáticos de las innovaciones tecnológicas y por muchos medios de comunicación que los presentan como paradigmas de comportamiento empresarial.

Sin embargo, la codicia y avaricia de estos empresarios modernos no se diferencia en nada a la de aquellos primeros multimillonarios que no solían ser vistos con la misma magnanimidad por sus contemporáneos.

Aquellos primeros multimillonarios que aparecieron en los Estados Unidos como Cornelius Vanderbilt con negocios en el transporte, John P. Morgan en las finanzas y John Rockefeller en la industria petrolera fueron bautizados como los “barones ladrones” por sus prácticas agresivas contra sus competidores y una ambición desmedida que no reparaba en medios para acumular mayores riquezas.

Otros de aquellos empresarios innovadores fue Henry Ford que nunca ocultó sus simpatías por Adolfo Hitler y que hizo evidente su acentuado antisemitismo, tan extrema era su posición en este sentido que escribió un libro titulado “El judío universal: el mayor problema mundial” en 1920 que fue utilizado por el dictador nazi en su libro “Mi Lucha”, donde señalaba que “Solo Ford mantiene su total independencia frente a los judíos. Haré lo que pueda para poner sus teorías en práctica en Alemania”.

Ford fue condecorado por el nazismo recibiendo La Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana, como extranjero distinguido, también el empresario norteamericano colaboró financiando al partido de Hitler que tantas desgracias trajo al mundo.

Los actuales empresarios innovadores han tratado de ser mostrados como muy diferentes a aquellos insaciables empresarios explotadores e inmorales del pasado por los medios de comunicación que reciben publicidad de esas empresas.

Sin embargo, de ninguna manera creemos que estos empresarios sean muy distintos a aquellos en cuanto a sus prácticas antidemocráticas y claramente de desprecio de sus trabajadores, tal vez sean diferentes en que utilizan ropa informal o que son más flexibles con los horarios (no con la jornada laboral), pero no lo son en cuanto a la avidez por las ganancias sin reparar en medios.

Por ejemplo, Bill Gates, dejó su puesto en Microsoft, no las acciones, para dedicarse a una Fundación como forma de lavar su imagen muy cuestionada, cosa que no ha conseguido porque mucha gente lo cree capaz de cualquier atrocidad, algunas de las cuales parecen infundadas y otras no tanto.

Tal vez pocos empresarios han sido tan endiosados como el fallecido Steve Jobs que no tenía ningún prurito en exprimir a sus trabajadores hasta la extenuación, despedir personal con absoluta arbitrariedad o producir alguno de los insumos de su empresa utilizando mano de obra esclava en países donde no existe legislación laboral alguna.

La última canallada empresarial la produjo Elon Musk que para referirse al golpe de Estado en Bolivia que desalojó del gobierno a Evo Morales para instalar una dictadura señaló: “¡Golpearemos a quien queramos! Ve acostumbrándote”. Como si faltara alguna prueba para poner evidencia que el golpe de Estado se realizó para apoderarse de los recursos naturales de ese país, principalmente el litio.

Pero mientras adoramos a falsos ídolos, aquellos ejemplos que deberíamos tener presentes porque realizaron un aporte fundamental para mejorar la vida de los seres humanos quedan arrumbados en la historia, para que sólo algunos especialistas los recuerden cada tanto.

La pandemia puso en evidencia que mientras estamos muy avanzados en muchos temas, principalmente aquellos que le producen grandes ganancias a las multinacionales, en otros estamos muy atrasados.

Los vemos en la dificultad que resulta encontrar algun remedio o vacuna contra el coronavirus o enterarnos que aún no existe la vacuna contra el SIDA.

Tal vez si rindiéramos homenaje más seguido a aquellos benefactores de la humanidad y mostráramos su desinterés por beneficiarse personalmente con que actuaron, más personas estarían dispuestas a emprender acciones para favorecer a sus semejantes en vez de estar pensando en correr tras el dinero.

Una terrible enfermedad atacó a los niños luego de la segunda guerra mundial, la poliomielitis que además de provocar una mortalidad elevada, a quién no lo mataba lo dejaba paralítico imposibilitado de mantenerse parado, no había cura hasta que el 12 de abril de 1955 el Doctor Jonas Salk descubrió una vacuna.

Cuando le preguntaron al doctor Salk si pensaba patentar la vacuna su respuesta fue: “¿Acaso se puede patentar el sol?” una revista estadounidense estimó que el doctor pudo ganar siete millones dólares si hubiese patentado la vacuna.

En 1962 se aprobó la vacuna para la misma enfermedad del doctor Albert Sabin que se aplicaba vía oral, por lo general en un terrón de azúcar, Sabin también rechazó beneficiarse económicamente por su descubrimiento, en Argentina donde se aplicaba la Sabin se resolvió recientemente retornar a la vacuna de Salk.

Acá en nuestro país, tenemos innumerables ejemplos que deberían ser conocidos por todos, incluso sería muy reconfortante que sus vidas se mostraran en las escuelas, como por ejemplo la vida del doctor Esteban Laureano Maradona que fue un médico rural que trabajó por décadas en una remota localidad de Formosa atendiendo las necesidades de los pueblos originarios mostrando un altruismo admirable.

Si se hubieran mostrado más ejemplos como estos y no como aquellos, seguramente una ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires no hubiese evidenciado su desprecio por la salud pública.

Ni los mercenarios en las redes más conocido como trolls no atacarían constantemente a un referente de la solidaridad en Argentina como Juan Carr, siendo que ellos no tienen la menor noción de lo que significa la solidaridad porque sólo veneran al dinero, como lo hacen sus patrones que los mandan a convertir las redes en cloacas pestilentes.

Debemos derrumbar a esos falsos ídolos, empresarios inescrupulosos que nos muestran como ejemplo, porque pudieron convertirse en multimillonarios, sin importar como llegaron y que tuvieron que hacer para posicionarse en ese lugar.

Mientras tanto seguimos desconociendo los miles de ejemplos cotidianos de benefactores de la humanidad que muy de vez en cuando son mencionados como para recordar que aún tenemos una cuota de sensibilidad, pero que olvidamos muy pronto para volver a la lógica que nos impone un capitalismo salvaje.

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