El Forjista
Se podría decir que el 2016 fue el año de la meritocracia, la euforia por el triunfo del macrismo provocó una oleada de entusiastas fanáticos que consideraban que su aplicación iba a solucionar gran parte de los problemas argentinos.
Tal es así que hasta una multinacional como la General Motors lanzó en abril de ese año una publicidad que decía: “Imaginate vivir en una meritocracia, un mundo donde cada persona tiene lo que se merece; donde la gente vive pensando cómo progresar día a día, todo el día; donde el que llegó, llegó por su cuenta, sin que nadie le regale nada; verdaderos meritócratas, ese que sabe qué tiene que hacer y lo hace, sin chamuyo, que sabe que cuanto más trabaja más suerte tiene, que no quiere tener poder, sino que quiere tener y poder. El meritócrata sabe que pertenece a una minoría que no para de avanzar y que nunca fue reconocido… hasta ahora”.
La multinacional pareció olvidarse de la ayuda del Estado argentino le concedió a la empresa en problemas por la crisis mundial del 2008, por 70 millones de dólares en junio de 2009, para evitar que la empresa cesanteara o suspendiera empleados, es cierto, no fue un regalo, pero sí un préstamo que ayudó a General Motors a sortear las dificultades del momento, precisamente los meritócratas suelen olvidarse con facilidad quienes los ayudan a estar en el lugar privilegiado que ocupan.
El comportamiento de esta empresa es un buen ejemplo para ver cómo actúan sin pudor quienes dicen ser defensores del mérito, con una actitud que tiene una enorme cuota de hipocresía.
Para empezar, digamos que los mismos que defienden esta idea forman parte de partidos políticos de derecha que están conducidos por herederos de enormes fortunas, descendientes de familias acomodadas.
El caso del PRO es clarísimo, empezando por su líder Mauricio Macri, continuando con su hermano de alma, Nicolás Caputo y siguiendo con ministros como Guillermo Dietrich y Jorge Triaca, hijo de un sindicalista que logró amasar una fortuna que le permitió ingresar como socio al muy exclusivo Jockey Club.
Salvo que se considere el nacimiento un mérito, ninguno de los mencionados hizo algo más que nacer para tener una holgada situación económica, pero eso no les impide a sus correligionarios sostener con sumo entusiasmo los beneficios de la meritocracia.
Ese año 2016 hubo una avalancha de declaraciones exaltando las bondades de ser considerado exclusivamente por el mérito, Iván Petrella funcionario macrista en el Ministerio de Cultura afirmó: "La idea del rechazo a la meritocracia expresa un problema de percepción: todo el éxito está bajo sospecha…”
La ex gobernadora María Eugenia Vidal también salió al ruedo para enfatizar su posición al respecto: "la meritocracia es un valor, el esfuerzo es un valor, que deben ser aprendidos".
Y el que fuera director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Finocchiaro planteó su idea de salir de la “pedagogía de la compasión” para ir a la “pedagogía de la meritocracia”.
Aún más recientemente, en septiembre de 2020, el dirigente radical Mario Negri polemizando con el presidente Alberto Fernández señaló: “Condenar el mérito es condenar la Argentina a la chatura. No hay progreso sin la idea del mérito. Mérito es buscar valores”.
Lo que había declarado el presidente fue: “Lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años. Porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”. Y agregó: “Las mejores sociedades son aquellas que les dan a todos las mismas oportunidades para desarrollarse”.
Pero las mismas voces que se levantaron para defender la meritocracia también lo hicieron para sostener exactamente lo contrario, mostrando en la práctica su hipocresía suprema, una demostración de eso la profirió la misma Vidal cuando dijo: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”. ¿Como es posible conciliar una declaración con la anterior?
Precisamente una de las cosas que más les molesta a los meritócratas es la apertura de universidades tanto en el Gran Buenos Aires como en el Interior del país, lo que permitió que muchos jóvenes que no tenían la posibilidad de cursar estudios superiores lo hicieran por no tener que viajar largas distancias de sus hogares y sus trabajos.
En tanto Macri en la campaña electoral del 2015 dijo “¿Qué es esto de universidades por todos lados? Basta de esta locura”.
Sobre las universidades que tanto les disgustan a los meritócratas, señalemos que en la provincia de Buenos Aires existen 22 universidades nacionales públicas, de ese total, diez fueron creadas durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. De las 22, 14 están ubicadas en el Conurbano bonaerense que son la que más les molestan a los ofuscados defensores del mérito.
Aplicando la lógica más sencilla diríamos que los meritócratas tendrían que respaldar que se abrieran universidades por doquier, por el contrario, cuando más jóvenes accedan a la educación superior, más se enojan las elites excluyentes.
Un artículo de Manuel Tarricone del 1° de junio de 2018 en el sitio de Chequeado.com señalaba estas deslumbrantes estadísticas: en la Universidad Nacional de Avellaneda el 72% de los egresados eran primera generación de universitarios de su familia, mientras que en la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela, el 85% de los estudiantes eran primera generación, en tanto que en la Universidad Nacional de Tres de Febrero llegaban al 74%.
Pero los representantes de la derecha neoliberal no se quedaron solamente con enojarse porque más jóvenes de hogares humildes cursaran estudios universitarios también expresaron de manera desvergonzada que esas familias no eran merecedoras del mismo nivel de vida al que podían acceder la elite que integra el PRO y sus socios de Juntos por el Cambio.
La ex vicepresidenta Michetti lo dijo sin tapujos y sin sonrojarse: “Es demagógico que un jubilado cobre 15000 pesos”, “les hicieron creer que podían vivir de esa forma eternamente”.
Pero sin duda la versión más bestial, con una desinhibición propia de quien se sabe impune, aberración verbal propia de una antología de la infamia, la produjo Javier González Fraga al afirmar: “con la educación tampoco alcanza porque cuando nace un chico en una villa un embarazo no deseado de una chica de 14 años, la chica de 14 años que está más para ir a los recitales que para amamantar un bebé lo descuida y ese chico como dice Abel Albino tiene 24 horas de hambre se le pone una marca en el cerebro que va a detestar ser educado, es como un animalito salvaje”.
El mismo nefasto personaje fue el autor de la conocida expresión: “Le hiciste creer a un empleado medio de que su sueldo medio servía para comprarse celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior, porque eso era toda una ilusión eso no era normal”
No, lo normal para ellos es que sólo una minoría tenga acceso a esos “lujos” y que los demás la miren desde afuera, con la ñata contra el vidrio, por eso para esta oligarquía, la solución a los problemas económicos siempre la buscan en los ajustes, que no son otra cosa que la transferencia de recursos de los que menos tienen hacia los que más tienen, que están representados por gente como González Fraga y Juntos por el Cambio.
Estas expresiones no hacen sino demostrar la enorme hipocresía del neoliberalismo que mientras se llena la boca predicando la meritocracia, niega el derecho a los sectores más humildes de la población a educarse y tener una vida digna.
Entonces por qué predicar la meritocracia, si en los hechos, la niegan? La respuesta es bastante sencilla.
El neoliberalismo ha sido en todo el mundo una maquinaria de generar pobreza e incrementar la desigualdad, eso es lo que ha defendido Juntos por el Cambio en la Argentina, ahondando la brecha entre ricos y pobres.
Para que esa desigualdad sea aceptada sin resistencia por los ciudadanos necesitan introducir el concepto de la meritocracia para tratar de imponer la idea que los ricos lo son porque se lo merecen, mientras que los perdedores del sistema, sólo pueden culparse a sí mismos, por no haberse esforzado lo suficiente o por haber tomado decisiones incorrectas, el sentido de la meritocracia es ocultar las desastrosas consecuencias del neoliberalismo.
El filósofo estadounidense Michael Sandel que escribió un libro titulado “La tiranía del mérito”, señala que a medida que se incrementa desigualdad social existe mayor interés de las elites por predicar el valor de la meritocracia.
Esconder la injusticia producida por una oligarquía rapaz es el verdadero sentido de la meritocracia y el neoliberalismo, conceptos que se encuentran estrechamente vinculados.
Los fundamentalistas del mérito presentan la vida en sociedad como una competencia constante, con ganadores, los menos, y muchos perdedores, en una especie de “sálvese quien pueda”, sin lugar para la solidaridad y por lo tanto sin que se privilegie el bien común, predominando el individualismo y el egoísmo, es decir la construcción de una comunidad dominada por una oligarquía mezquina y antisocial.