El Forjista
Este nombre se lo autoasignaron aquellos sindicalistas antiperonistas que colaboraron con el gobierno de Aramburu, muchos de ellos estaban comprometidos con los partidos políticos que fomentaron el golpe de estado como los radicales y socialistas, pero también los había aquellos que se consideraban apartidarios.
Su papel durante la “libertadora” fue la de auténticos rompehuelgas y delatores al servicio de los dictadores, ya desde el primer paro contra Aramburu un autodenominado Movimiento de Recuperación del Sindicalismo Libre emitía una declaración donde decía: “…estamos de nuevo en presencia de una huelga de carácter político de tipo totalitario a que nos tenía acostumbrado el régimen tiránico que imperó en el país…Denunciamos esta maniobra como un propósito de crear dificultades al Gobierno revolucionario y con miras , si el éxito les acompañara a producir sabotaje y actos de fuerza”.
Y exponían sin ambages su voluntad delatora: “Apoyar con todas sus fuerzas al Gobierno de la Revolución Libertadora y reiterarle el pedido de hacer cesar en las entidades gremiales toda actividad totalitaria y la celeridad en las investigaciones para poner en descubierto los turbios y delictuosos manejos que realizaron los individuos que hoy amenazan con la huelga general”. (10)
Así como la dictadura reprimía al sindicalismo peronista, a los gremialistas “libres” le brindaba espacios radiofónicos donde el dirigente Jacinto Oddone exponía sobre los supuestos atropellos del gobierno peronista contra los trabajadores, entre los cuestionamientos estaba el que la CGT no había sido admitida por ningún organismo internacional, lo que no decía es que esas organizaciones respondían a potencias imperiales e incluso a la Central de Inteligencia Americana CIA.
Estos sindicalistas también prestaron colaboración al formar parte de la comisión asesora de la Intervención de la CGT, entre quienes participaban estaban los dirigentes Riego Rivas y Sebastián Marotta.
El 16 de diciembre de 1955 el gobierno dictó el decreto 3032/55 por el que dejaba sin efecto todos los mandatos gremiales incluidos los de las Comisiones Gremiales Internas por lo que quedaban sin representación sindical todos los trabajadores en sus lugares de trabajo, los interventores militares en los gremios serían quienes se encargarían de designar a los delegados en las empresas para lo cual se comprometían a consultar a los asesores de la CGT, producto de estas decisiones los“gremialistas libres” podían designar a sus hombres sin ningún tipo de elección, olvidando que se llenaban la boca hablando de democracia sindical, convirtiendo a los sindicatos y comisiones internas en botines que podían asaltar con el apoyo de los militares.
Si hubiese dependido de las elecciones de sus afiliados muchos de estos dirigentes nunca hubiesen podido acceder a los cargos dirigentes de un gremio, pero con la ayuda de las bayonetas lograron encaramarse en las entidades sindicales.
Una pieza clave en el accionar de este grupo lo constituye el dirigente de la central norteamericana AFL, Serafino Romualdi, que también era colaborador de la CIA, sin embargo los sindicalistas“libres” reconocieron en él a un referente.
El Ministro de Trabajo, Raúl Migone, también debió salir a aclarar su relación con el gremialista norteamericano: “El movimiento obrero norteamericano al cual pertenece el señor Romualdi, desde su iniciación, siempre se movilizó al servicio de la democracia de todos los pueblos, por intermedio de sus dos centrales, la A.F.L. y la C.I.O., actualmente fusionadas. La solidaridad manifestada por el señor Serafino Romualdi y tantos otros hacia los argentinos que luchaban por la democracia, los honra y hace honor a su perspectiva internacional. El señor Romualdi es uno de los agentes de las relaciones internacionales de dichas organizaciones obreras de EEUU que yo conocía, y al que invité a realizar una serie de conferencias en Montevideo sobre el desarrollo de la organizaciones sindicales norteamericanas”. (11)
En abril de 1956 el Movimiento Pro Recuperación del Gremialismo Libre organizó un acto en el Luna Park, durante el mismo se recibió un telegrama de apoyo del vicepresidente el almirante Isaac Rojas, el acto tenía como objetivo mostrar su apoyo al gobierno, entre los oradores se encontraba el comando civil radical Zavala Ortiz y el socialista Alfredo Palacios, este último expresó: “Este empuje, esta fuerza. Esta vibración de todos los corazones, esta ausencia de unanimidad asfixiante la debemos a la Revolución Libertadora, que abatió a un tirano cobarde y fugitivo… Los obreros deben plantearse el problema de su emancipación que no podrá obtenerse sin la abolición del régimen capitalista, para crear una sociedad más justa y más libre…Esa será la auténtica revolución a la que había abierto camino este nuevo Caseros”. (12)
Con los sindicalistas peronistas inhibidos para presentarse en las elecciones, las primeras normalizaciones fueron ganadas por los dirigentes oficialistas, en Gráficos ganan los “libres” Riego Rivas y Sebastián Marotta, en Empleados de Comercio Armando March y Salvador Marcovecchio, en Telefónicos triunfan los “gremialistas libres” representados por Pedro Valente y José Vázquez, en tanto Francisco Pérez Leirós triunfaba en los empleados municipales. Sin embargo la euforia inicial no les iría a durar mucho.
Este grupo de sindicalistas tenía como referentes a sus colegas norteamericanos que se caracterizaban por evitar el enfrentamiento con sus patrones y sus gobiernos, en una conferencia brindada por el dirigente de la central estadounidense AFL-CIO George Meany, éste declaraba: “El movimiento en la Argentina está en estado fluido por hallarse en un período de transición de la dictadura peronista a un régimen libre. Nos sorprendió la fuerza del movimiento obrero en la Argentina. Algunos sindicatos, sin embargo, están en manos de peronistas y comunistas, pero la situación es alentadora en lo que a los sindicatos obreros se refiere”. (13)
De igual manera Serafino Romualdi opinaba sobre la situación interna, esta vez para alardear de su constante oposición al gobierno peronista: “Esta política de constante y determinada oposición al régimen peronista totalitario de la Argentina y a sus sostenedores sindicales nos valió el reconocido aprecio de las agrupaciones obreras democráticas, a quienes seguimos considerando como legítimos portavoces de las masas obreras argentinas”. Y se permitía darles consejos a los argentinos: “Un verdadero movimiento obrero no puede sacrificar jamás la libertad y la democracia con objetivo de obtener algunas ventajas materiales”. (14)
En junio de 1957 un grupo de gremialistas amigos del gobierno visita a Aramburu, Armando March uno de los concurrentes le solicita que se deje sin efecto el congelamiento de los salarios a lo que el presidente responde “Con respecto a la congelación de salarios, debo decirles que es relativa, porque, de acuerdo con las disposiciones adoptadas por el gobierno, aumentando la producción se puede aumentar los salarios”. De esta manera hacía referencia a que la única forma que permitía el gobierno un incremento de salarios era mediante el aumento de la producción, un eufemismo para extender la jornada laboral.
En cuanto al reclamo por el incremento del costo de vida, Aramburu respondió: “…este aumento del costo de la vida es una resultante de que nosotros hemos aumentado los salarios en una proporción que no ha ocurrido en el país desde hace muchos años… No hacemos nada con aumentar los salarios sino aumenta la producción. Y eso reconozco que no es por culpa de los trabajadores.”
El sindicalista Sebastián Marotta en tanto expresó: “…mientras se empobrecen las condiciones de vida de los trabajadores, los capitalistas y empresarios se enriquecen”.
Los sindicalistas le dejaron un documento donde señalaban que: “Sostener que el malestar social es obra de agitadores, es un grave error y que nadie, en ninguna actividad practica la violencia o toma el camino de la rebelión por puro placer…” Seguían diciendo: “La inflación, la carestía de la vida y la congelación de salarios promueven más inquietud que cien agitadores juntos, porque el agitador no tiene posibilidad alguna de actuar entre gente satisfecha”.(15)
Los dirigentes dejaron una nota donde reclamaron aumento general de salarios, libre discusión de convenios y congelamiento de precios, reclamo al que el gobierno nunca dio una respuesta satisfactoria porque su razón de ser no era precisamente la de beneficiar a los trabajadores, aunque estos sindicalistas no se habían dado cuenta.
El ministro de Trabajo Raúl Migone encabezó la delegación a reunión anual de la Organización Internacional de Trabajo, donde fueron invitados los gremialistas oficialistas, en la oportunidad el ministro declaró: “Mi gobierno favorece, decididamente, la libre empresa y el sindicalismo libre”.
Mientras que el secretario general del gremio de los mercantiles Salvador Marcovecchio exponía que: “En mi país después de un largo período de error, durante el cual circunstancias especiales embotaron la actividad de los obreros y crearon una incertidumbre inevitable, el movimiento obrero se halla en plena etapa de recuperación, reconstruyendo sus cuadros y su organización dentro del libre juego de la democracia sindical”. (16)
Sin embargo el idílico panorama que presentaba la delegación argentina se vio empañada por la intervención del representante sindical de Uruguay que denunció la represión del gobierno en los astilleros y la connivencia de un sector del sindicalismo con el gobierno.
En julio de 1957 el Movimiento Pro Recuperación del Gremialismo Libre le escribe una vergonzosa y canallesca carta al secretario general de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, central que se encontraba controlada por la CIA, el tenor de la misiva era para “interesarlos para que nos ayuden a buscar una forma de expulsar de América al que, sin escrúpulos ni reparo alguno, procura volver a instaurar una tiranía en la Argentina, recurriendo a métodos que repugnan al mundo civilizado…La prensa democrática de todos los matices ha revelado las actividades del ex tirano de la Argentina”. (17)
Estos sindicalistas se referían a Perón y por lo visto no les bastaba que el líder justicialista se encontrara fuera del país lo querían fuera del continente porque su presencia constituía un mal ejemplo para aquellos gobiernos que respondían mansamente a las imposiciones norteamericanas.
Unos días después le envían una carta de igual tenor a George Meany líder de la central norteamericana, ahí le pedían al burócrata yanqui su colaboración para lograr la expulsión del territorio americano del “tirano prófugo” y para no dejar duda sobre su obsecuencia hacia el gobierno golpista aclaraban que se trataba de una revolución “muy bien llamada Libertadora”.
Concluían su repugnante misión lisonjeando al burócrata yanqui: “Ustedes que igual o más que nosotros lucharon contra Hitler y Mussolini, y que al comienzo de las actividades de esos verdugos proclamaron ante el mundo libre que si no se ponía coto a tiempo a los desmanes totalitarios se desembocaría en la guerra, profecía que, desgraciadamente, se cumplió, creemos que desoír nuestra voz pidiéndoles a los trabajadores de América que hagan una oposición contra la inconducta y designios criminales del ex tirano de la Argentina es favorecer el desarrollo del mal”. (18)
Rara clase de argentinos éstos que recurrían a burócratas extranjeros para pedirles que utilizaran su poder producto de sus vinculaciones con los gobiernos imperiales para sacarse de encima a un argentino que fue votado por las grandes mayorías y rara clase de sindicalistas más predispuestos a cumplir una función policial que la de defender los derechos de sus representados.
En agosto de 1957 llegaba al país Serafino Romualdi como parte de una delegación norteamericana para participar de una Conferencia Económica su designación la había realizado el presidente de los Estados Unidos lo cual muestra las vinculaciones con su gobierno.
Romualdi realizó declaraciones en las cuales se inmiscuía en la política interna pero era celebrado porque elogiaba al sindicalismo oficialista y al gobierno: “El sindicalismo libre del mundo sigue con verdadero interés este acontecimiento, que espera que después del Congreso surja una unidad libre democrática e independiente que sea el revés, de lo que fue durante la época de la dictadura”.
También aprovechó la oportunidad para recordar que cuando estuvo en el país en 1947 fue expulsado: “En los Estados Unidos somos absolutamente independientes. Esto no significa que cuando hay coincidencia entre el programa de gobierno y las aspiraciones específicas de la clase trabajadora, el movimiento lo apoya o lo combate en caso contrario”.
Y para demostrar su total falta de independencia con respecto al imperialismo norteamericano
reconocía que: “Creemos en la necesidad de un poderío militar y la asistencia técnica y lo apoyamos. Coincidimos en la política de defensa por el peligro que significa la infiltración soviética en el mundo. Por estas razones el Sr. George Meany, presidente de la Federación Americana del Trabajo que agrupa 15 millones de obreros, ha aceptado ser designado delegado de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas”. (19)
_________________
(10) El Mundo 15/11/1955
(11) Diario Clarín 1/2/1956
(12) El Mundo 17/4/1956
(13) La Razón 2/12/1956
(14) La Nación 16/3/1957
(15) La Prensa 8/6/1957
(16) La Nación 21/6/1957
(17) La Prensa 18/7/1957
(18) La Prensa 21/7/1957
(19) La Prensa 27/8/1957