El Forjista

Biografía del general San Martín

 

Capítulo 29 - El final

 

Su salud comenzaba a deteriorarse aún más, porque nunca fue buena, en 1845 comenzó a padecer de cataratas enfermedad que consideró una grave dificultad por su predilección por la lectura, paulatinamente fue quedando prácticamente ciego, sin poder leer ni caminar sin ayuda, Merceditas se encargaba de leerle las noticias.

En noviembre hace un viaje a Roma, luego visitó Livorno, Génova, Florencia y Nápoli en esta última un diario registró la visita y en el hotel donde pernoctó en Roma se colocó, tiempo después, una placa que recuerda el paso de tan importante pasajero.

En 1848 Europa se ve conmocionada por revoluciones populares, el 23 de febrero estalla en Francia lo que lleva a San Martín a preocuparse por la seguridad de su familia, Luis Felipe fue destronado, precisamente ese año Marx y Engels escriben el Manifiesto Comunista que comenzaba diciendo “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.”

En marzo el Libertador abandona París con su hija, su yerno y las nietas; viajó a Boulogne-sur-Mer con la intención de cruzar a Inglaterra si peligraba su familia.

Pero para junio la rebelión es reprimida y sofocada, en diciembre el sobrino de Napoleón, Luis Bonaparte es designado presidente de la Segunda República hasta 1852 y desde ese año hasta 1870 fue Emperador de Francia.

En 1848 le escribe una carta a Rosas donde le cuenta que se operará de cataratas: “Esta será la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años, de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo verano en que pienso hacer la operación a los ojos”.

San Martín permanece en la costa del Canal de la Mancha, en agosto de 1849 vende la casa en Grand Bourg y se instaló definitivamente en Boulogne-sur-Mer, alquiló un departamento en el piso alto de una casa.

Este edificio que será la última morada del Libertador será comprada en 1926 por el Estado argentino, dos años después fue convertido en museo y sede del consulado argentino, desde 1966 funciona sólo como museo, en 2010 la justicia dejó firme el fallo que impedía el remate de la casa por tratarse de un monumento histórico, el embargo había sido pedido por la empresa estadounidense Sempra Energy accionista la distribuidora de gas Camuzzi para cobrar una deuda que tenía con ella el estado argentino por la devaluación de 2001.

El momento de mudarse coincidió con que los tres países libertados por él le escribían insistentemente para que regrese a América, en Chile el presidente Bulnes, en Argentina Rosas y en Perú el general Ramón Castilla quién decretó el pago de todos los sueldos atrasados y le escribió cartas donde lo llenaba de elogios.

El 15 de febrero de 1849 Mariano Balcarce le escribe a Alberdi: “Hasta ahora no tenemos plan fijo, ni podremos tampoco formarlo hasta después de que le hayan batido las cataratas, operación que se hará cuando pierda del todo la vista y han de pasar muchos meses antes que llegue época para él tan triste, como afligente para nosotros”.

En su libro Historia Clínica el doctor Daniel López Rosetti comenta la operación de cataratas: “Fue operado en París por el Dr. Jules Sichal en 1848, la cirugía se realizaba en una cama con los pies hacia la cabecera. Así quedaba expuesta la cabeza hacia el cirujano que realizaba la intervención sin anestesia, solo utilizaba el opio como analgésico. El resultado quirúrgico fue malo. La progresiva pérdida de la visión que el paciente padecía desde los últimos cuatro años fue inexorable. San Martín no volvió a leer ni a escribir por mano propia”.

Pero nunca olvidó a su patria a quién le seguía prestando su servicio aunque el cuerpo no lo ayudara, el 23 de diciembre de 1849 le dictaba una carta a Mercedes dirigida al ministro de Obras Públicas de Francia, en la que le decía que otra agresión a nuestro país sería ruinosa para Francia porque la Confederación Argentina respondería de tal forma que obligaría a Francia a realizar una erogación inmensa y que es impredecible determinar la duración del conflicto, el 31 de agosto de 1850 su opinión fue escuchada porque se firmaría el tratado Arana-Lepredour similar al suscrito con Inglaterra en lo que fue otro gran triunfo diplomático argentino.

En mayo de 1850 le dicta a Mercedes la última carta de su vida dirigida a Rosas donde le dice: “El objeto de esta es de tributar a usted mis más sinceros agradecimientos al ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria de este viejo amigo, como lo acaba de verificar en su importante mensaje del 27 de diciembre pasado, mensaje que por segunda vez me he hecho leer y que como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos de nuestra patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina”.

Quiso pasar una temporada en las termas de Enghien cerca de París donde se encontró con su amigo Frías que escribió una semblanza sobre aquellos últimos días: “En algunas conversaciones que tuve con él en Enghien… pude notar un mes antes de su muerte que su inteligencia superior no había declinado… Pero hacía algún tiempo que el general consideraba próxima su muerte, y esta triste persuasión abatía su ánimo, ordinariamente melancólico y amigo del silencio y el aislamiento…Su razón, sin embargo, se ha mantenido entera hasta el último momento”.

El historiador chileno Vicuña Mackena dejó una maravillosa descripción de la relación con las nietas: “El viejo guerrero de los Andes había concentrado sus postreras alegrías en la frente de aquellas niñas. A parte alguna de la ciudad iba sin ellas. En sus paseos a orillas del Liane, o en el jardín de las Tullerías, ellas le servían de guía y él, a su vez, de protección. El abuelo achacoso y las aladas nietas tenían celebrado un tácito contrato de mutuo amor y de tiernos servicios retribuidos”.

La gastritis y la úlcera le seguían produciendo vómitos de sangre que lo postraban durante varios días y las dosis de láudano ya no le hacían efecto.

El 6 de agosto de 1850 decidió dar un paseo en carruaje, al regresar se sintió muy mal y debió descender del carruaje con ayuda, el 13 por la noche sintió agudos dolores de estómago y tomó una dosis mayor de láudano y le dijo a su hija con una sonrisa: “Es la tempestad que lleva al puerto”.

Mercedes escribió después de su muerte: “El clima de Boulogne, tan frío, húmedo y poco adecuado a sus años, ha precipitado su enfermedad; bajo otro cielo más benigno, estoy convencida que mi cariño y mis cuidados hubieran prolongado su existencia”.

El 17 de agosto el general almorzó livianamente, poco después sintió fuertes dolores de estómago, se sentó en un sillón a esperar al médico, el doctor Jordan lo revisó, lo encontró grave por lo que decidió quedarse y le pidió a Mercedes que llamara a una hermana de la caridad para que atendiera al enfermo, el Libertador alcanzó a decirle a su hija “esta es la fatiga de la muerte” y le pidió al yerno que lo ayudara a llegar hasta la cama, falleció a las tres de la tarde.

Cuenta Félix Frías que llegó a Boulogne-sur-Mer al día siguiente de la muerte: “Después de las dos de la tarde el general se sintió atacado por sus agudos dolores nerviosos al estómago. El doctor Jordan, un médico y sus hijos estaban a su lado. El primero no se alarmó y dijo que aquel ataque pasaría como los precedentes. En efecto, los dolores calmaron, pero, repentinamente, el general que había pasado al lecho de su hija, hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce con palabras entrecortadas que la alejara, y expiró casi sin agonía… un reloj de cuadro negro, colgado en la pared, marcaba las horas con un sonido lúgubre, como el de las campanas de la agonía, y este reloj se paró aquella noche a las tres, hora en que había expirado el general San Martín. ¡Singular coincidencia!... El reloj de bolsillo se detuvo también en aquella última hora de existencia”.

En su testamento prohibió que se realizara funeral ni homenajes y pedía que su corazón fuera depositado en Buenos Aires, su cuerpo fue sometido a tareas de embalsamamiento que era lo que exigía la ley francesa para cadáveres que fueran trasladados en barco en viajes transatlánticos.

El cuerpo fue colocado en un sarcófago sobre su tapa la familia colocó una chapa que decía: “José de San Martín, guerrero de la independencia Argentina; Libertador de Chile y del Perú. Nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, provincia de Corrientes, de la República Argentina; falleció el 17 de agosto de 1850, en Bouglone-sur-Mer, Pas de Calais, Francia”.

El sarcófago fue colocado en una carroza fúnebre y conducida el 20 de agosto a la iglesia de San Nicolás de Boulogne, donde rezaron algunos sacerdotes oraciones por el alma del difunto, de allí fue trasladado hasta la catedral de Notre-Dame de Boulogne y en una de las bóvedas de la capilla fue depositado el féretro hasta que fuese conducido a Buenos Aires.

Al recibir la noticia del fallecimiento del Libertador el ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, Felipe Arana, le escribió a su yerno en nombre de Rosas donde le decía: “La patria ha perdido en el ilustre finado general un ciudadano militar y un político eminente, y el recuerdo más vivo de las grandes acciones que trajo consigo la guerra heroica de la independencia nacional. S. E. deplora tan inmensa perdida, que será más vivamente sentida en todo el continente de la América del Sur, teatro de sus más esclarecidos hechos. S. E., el señor gobernador, previene a Ud. que, luego que sea posible, proceda a verificar la traslación de los restos mortales del finado general a esta ciudad, por cuenta del gobierno de la Confederación Argentina, para que a la par que reciba de este modo un testimonio elocuente del íntimo aprecio que su patriotismo le hacía merecedor de su gobierno y de su país, quede también cumplida su última voluntad en este punto”.

Los restos de San Martín permanecieron en Francia, el 21 de noviembre de 1861 con la presencia de representantes de Argentina, Chile, Perú y otros Estados americanos, los restos del Libertador fueron llevados a la bóveda de la familia Balcarce-San Martín en Brunoy localidad cercana a Évry ubicada a unos 35 km. de París, donde unos años antes habían depositado el cuerpo de María Mercedes Balcarce una de sus nietas que murió por mala praxis médica a los 27 años. Poco después Balcarce entregó al representante del Perú el estandarte de Pizarro como había especificado en su testamento.

Después de 30 años de su fallecimiento, el 21 de abril de 1880 desde el puerto de El Havre partió la nave de la Armada Argentina Villarino con los restos del Libertador que había sido exhumados del cementerio de Brunoy unos días antes y trasladados en un tren especialmente acondicionado por el gobierno francés que dispuso que una comitiva de autoridades civiles y militares y el regimiento 119 de infantería tributara los honores correspondientes a un jefe de Estado.

Los restos llegaron a Buenos Aires el 28 de mayo, el gobierno decretó feriado nacional y organizó unas imponentes exequias públicas comandadas por el presidente Nicolás Avellaneda y el ex presidente Sarmiento, fueron depositados en el mausoleo de la entrada de la Catedral.

La historiografía liberal lo subió al pedestal y trató de limar mucha de sus virtudes, especialmente en el plano político limitándolo al campo militar, para de esa manera poder elevar a quienes lo combatieron muchas veces aliándose con extranjeros pero que comulgaban con el liberalismo de nuestra oligarquía.

Felipe Pigna nos dice: “En definitiva, se buscó negar lo que San Martín había sido en vida: un político decidido por una causa, que le hacía decir frases como esta: ‘En el último rincón de la tierra en que me halle estaré pronto a luchar por la libertad’”.

Volver al índice