El Forjista
En el mismo momento en que el Libertador llegaba a Chile, en Guayaquil estallaba una revolución patriota que conformó una Junta de gobierno, San Martín envió a Guido y Luzuriaga a apoyar a los revolucionarios pero optaron por retirarse para no interferir con las gestiones que estaba realizando Bolívar para integrar a Guayaquil a la Gran Colombia.
Entre fines de 1820 y comienzos del año siguiente, los dos libertadores de América intercambiaron una fluida correspondencia, Antonio José Francisco de Sucre había sido enviado por Bolívar a Quito y como no tenía fuerzas suficientes para enfrentar a los realistas le escribió a San Martín para pedirle tropas que reforzaran su contingente.
Bolívar y San Martín mantenían una diferencia en cuanto al futuro de Guayaquil, mientras el primero consideraba que debía incorporarse a Colombia, el segundo estimaba que era el pueblo el que debía opinar sobre su futuro, que podía ser la independencia o la integración con Colombia o Perú según considerara más adecuado.
Bolívar le escribe a San Marín: “Yo no pienso como V.E. que el voto de una provincia deba ser el resultado para constituir la soberanía nacional porque no son las partes sino el todo del pueblo el que delibera en las asambleas generales, reunidas libre y legalmente. La constitución de Colombia da a la provincia de Guayaquil una representación la más perfecta y todos los pueblos de Colombia, inclusive la cuna de la libertad que es Caracas…”.
Y se explayaba señalando que el gobierno de Colombia: “ha tomado definitivamente su resolución de no permitir más tiempo la existencia anticonstitucional de una junta que es el azote del pueblo de Guayaquil y no el órgano de su voluntad. Quizá usted V.E: no habrá tenido noticia bastante imparcial del estado del conflicto en que gime aquella provincia, porque una docena de ambiciosos pretende mandarla … Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia el permiso para expresar su voluntad para incorporarse a la República; pero sí consultaré al pueblo de Guayaquil porque este pueblo es digno de una ilimitada consideración de Colombia y para que el mundo vea que no hay pueblo de Colombia que no quiera obedecer sus sabias leyes”.
En febrero de 1822 ante el pedido de Sucre, reiterado por Bolívar, el libertador de Perú envía a 1600 combatientes al mando del general Andrés de Santa Cruz, a las actuales tierras ecuatorianas, entre ellos un escuadrón de Granaderos al mando de Lavalle.
El 21 de abril el ejército conjunto comandado por Sucre y Santa Cruz obtiene la importante victoria en la villa del Río Bamba al sur de Quito, el 24 de mayo las tropas patriotas obtienen otro triunfo en Pichincha y el 16 de junio Bolívar ingresa triunfante a Quito.
El 27 de junio Bolívar le agradece a San Martín el apoyo de las tropas del Perú: “Pero no es nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al gobierno y ejército del Perú, sino el deseo más vivo de prestar los mismos y aún más fuertes auxilios al gobierno del Perú, si para cuando llegue a manos de V. E. este despacho ya las armas libertadas del Sur de América no han terminado gloriosamente la campaña que iba a abrirse en la presente estación. Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V.E. que la Guerra de Colombia está terminada y que su ejército está pronto a marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur, a quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas”.
Un mes después Bolívar ingresa en Guayaquil, donde se hacen oír algunos gritos que reclamaban un Guayaquil Independiente, el libertador consideraba que la ciudad se encontraba en una situación de peligrosa anarquía.
Con los triunfos obtenidos por las armas patriotas sólo en una parte del Perú quedaban enemigos españoles que impedían la definitiva liberación del Continente, en tanto que la Banda Oriental se encontraba en manos de los invasores portugueses.
Así le explicaba la situación San Martín a Bolívar “El Perú es el único campo de batalla que queda en América y en él deben reunirse los que quieran obtener los honores del último triunfo, contra los que han sido vencidos en todo el continente. Yo acepto la oferta generosa de V.E. se sirve hacerme… El Perú recibirá con entusiasmo y gratitud todas las tropas de que pueda disponer V.E. a fin de acelerar la campaña y no dejar el menor influjo a las vicisitudes de la fortuna: espero que Colombia tendrá la satisfacción de que sus armas contribuyan poderosamente a poner término a la guerra del Perú…”
Y le adelantaba su decisión de ir a encontrarse con él para decidir el futuro del continente: “Antes del 18, saldré del puerto del Callao y desembarcaré en Guayaquil, marcharé a saludar a V.E. en Quito”.
La versión liberal de la historia creó el mito de la reunión de Guayaquil, una forma de ocultar la responsabilidad de Buenos Aires en los sucesos posteriores al negarle el apoyo que el libertador le reclamó para concluir su gesta libertadora, no olvidemos que esa versión creó un prócer muy escaso de patriotismo como Rivadavia, principal responsable de las penurias de San Martín y el Ejército Libertador.
Obviamente el principal autor del “misterio de Guayaquil” y del rescate de Rivadavia fue Bartolomé Mitre, uno de los mayores distorsionadores de nuestro pasado para ajustarlo a su ideología liberal.
San Martín delegó el mando en Torre Tagle en el Perú y marchó hacia Guayaquil donde desembarcó el 26 de julio de 1822.
Espejo estrecho colaborador del Libertador relató lo siguiente: “El general bajó a tierra con toda su comitiva, y desde el muelle hasta la casa se hallaba formado un batallón de infantería en orden de parada, el que hizo los honores correspondientes a su alto rango. Bolívar, de gran uniforme y acompañado de su estado mayor, lo esperaba en el vestíbulo de la misma, y al acercarse San Martín, se adelantó unos pasos y, alargando la diestra, dijo: ‘Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado general San Martín’”.
“Ellos cerraron la puerta por dentro y los edecanes estaban en la mira de que nada los interrumpiera; así permanecieron por hora y media, siendo este el primer acto de la entrevista, que, según la expresión de ambos, había sido por tanto tiempo deseada”.
Hubo otras dos conferencias en la tarde del mismo día por media hora y la tercera al otro día que duró cuatro horas.
En el brindis que realizaron ambos libertadores el venezolano expresó “Por los dos hombres más grandes de América del Sud; el general San Martín y yo”, mientras San Martín expresó: “Por la pronta conclusión de la guerra, por la organización de las diferentes repúblicas del continente y por la salud del Libertador de Colombia”.
Se contaron distintas versiones de como resultó la despedida, mientras que los colaboradores de San Martín, Guido y Espejo dicen que se fue sin saludar, el propio libertador señaló que Bolívar lo acompañó muy amablemente hasta el muelle y le obsequió un cuadro con su imagen.
Era inocultable que ambos libertadores tenían diferencias políticas y militares, una de ellas era la ya planteada para Guayaquil, San Martín considera que eran los pueblos que debían definir su futuro, en tanto que Bolívar privilegiaba la unidad para enfrentar al opresor, ante el peligro de la anarquía y la desintegración, situación que terminó ocurriendo y que hasta el día de hoy América Latina padece.
En el plano militar las diferencias se centraban en quién sería el que liderara la última parte de la campaña, San Martín no tenía inconveniente que fuera Bolívar, pero éste señaló que nunca podría ser el superior de un general tan capacitado y con tantos triunfos como San Martín.
Ante la falta de apoyo de Buenos Aires gobernada por los rivadavianos y de Chile donde el poder de O’Higgins se encontraba sumamente desgastado, el argentino debió aceptar los planteos del venezolano, por lo que la decisión inmediata de San Martín fue dejar todos los cargos y regresar a Mendoza mientras que recomendaba a los peruanos que solicitaran a Bolívar la ayuda para concluir la misión.
Según el historiador Pérez Amuchástegui lo que se trató en esa reunión fue: el pedido de ayuda militar de San Martín a Bolívar, éste aceptó pero no en la cantidad necesaria para hacer frente al ejército realista y se ofreció a servir bajo el mando de Bolívar.
El encuentro entre ambos líderes se realizó a lo largo de 36 horas, San Martín le anunció que pensaba dejar el mando del ejército del Perú, lo que Bolívar consideró un acto de desprendimiento, acordaron en la necesidad de asegurar la independencia sudamericana respetando el voto de los pueblos pero no hubo acuerdo en establecer un sistema monárquico parlamentario en los países liberados, San Martín lo consideraba el sistema más adecuado para ese momento de la historia.
Unos años después el libertador le contó a su amigo Miller lo ocurrido en esa trascendental reunión “En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú, auxilios que una justa retribución – prescindiendo de los intereses generales de América – lo exigía por lo que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia”.
“… pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con el Libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podía desprenderse de tres batallones con la fuerza de mil setenta plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido de que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia”.
“Al siguiente día y a presencia del vicealmirante Blanco dije al Libertador que habiendo convocado al Congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú”-
“A las dos de la mañana del día siguiente me embarqué habiéndome acompañado Bolívar hasta el bote y entregándome su retrato como una memoria de lo sincero de su amistad”.
Queda claro con esta carta que no puede excusarse la responsabilidad de Bolívar en la renuncia de San Martín, mientras que éste le concedió 1600 soldados para libertar Quito, Bolívar sólo le concedía 1070 para que finalizara su misión en Perú.
De regreso a Lima en una carta a O’Higgins el 25 de agosto de 1822 decía: “Va a llegar la época por que tanto he suspirado. El 15 o 16 del entrante voy a instalar el Congreso. El siguiente día me embarcaré para gozar de la tranquilidad que tanto necesito. Es regular pase a Buenos Aires a ver a mi chiquilla. Si me dejan vivir en el campo con quietud, permaneceré; si no, me marcharé a la Banda oriental… Usted me reconvendrá por no concluir la obra empezada; usted tiene mucha razón, pero más tengo yo. Créame, amigo mío, ya estoy cansado de que me llamen tirano, que en todas partes quiero ser rey, emperador y hasta demonio. Por otra parte, mi salud está muy deteriorada, el temperamento de este país me lleva a la tumba. En fin, mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles, mi edad media al de mi patria, creo que tengo derecho de disponer de mi vejez”.
Y aquí queda claro el cansancio que tenía por las calumnias que se suscitaban contra su persona tanto en Buenos Aires, Santiago y Lima.
El 29 de agosto de 1822 le envió una extensa carta a Bolívar donde remarca las diferencias y lo alerta sobre las dificultades que puede enfrentar en el terreno militar: “Las razones que usted me expuso, de que su delicadeza no le permitiría jamás mandarme, y que, aún en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el Congreso de Colombia no consentiría su separación de la República, permítame general le diga, no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto a la segunda, estoy muy persuadido, que la menor manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación…”.
“No se haga V.E ilusión, general. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército patriótico diezmado por las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8,500 hombres, y de estos una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas según me escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar de las reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable…”
“Por consiguiente, sin el apoyo del ejército a su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debía esperarse, si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido”-
“Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame, general, le diga, que creí que no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto”.
“He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecer para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia”.
“Con el comandante Delgado, dado de esta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas, juntamente con un caballo de paso, que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores. Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sud, se repite su afectísimo servidor.”
Unos días antes Bolívar le escribió a Francisco de Paula Santander vicepresidente a cargo del poder ejecutivo de la Gran Colombia donde le expresa: “En fin, él desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella. Diré que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere democracia y si el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú. Esto último yo creo es pro forma. Dice que se retirará a Mendoza porque está cansado del mando y de sufrir a su enemigo”.
“Gracias a Dios, mi querido general, que he logrado con mucha fortuna y gloria cosas bien importantes: primera, la libertad del sur; segunda, la incorporación a Colombia de Guayaquil, Quito y las otras provincias; tercero, la amistad de San Martín y del Perú para Colombia; cuarta, salir del ejército aliado que va a darnos en el Perú, gloria y gratitud, por aquella parte”.
Al año siguiente cuando Bolívar ingresó en Lima, San Martín le escribió: “Amigo querido: deseo concluya Ud. felizmente la campaña del Perú, y que esos pueblos conozcan el beneficio que Ud. Les hace”.
Bolívar dirá unos años más tarde en carta enviada a Sucre, el 7 de noviembre de 1824: “Hay que tener en cuenta el genio de San Martín nos hace falta y solo ahora comprendo el porqué cedió el paso, para no entorpecer la Libertad que con tanto sacrificio había conseguido para tres pueblos en los que si bien existía el patriotismo, hombres y dinero, en cambio, no había dirección. Esta lección de táctica y de prudencia que nos ha legado este Gran General, no la deje de tomar en cuenta usted para conseguir la victoria que es lo único que deseo”.