El Forjista
En Chile avanzaba la preparación de la escuadra que tenía media docena de barcos que habían sido capturados a los españoles, mientras otros fueron comprados en los Estados Unidos e Inglaterra, al frente de ella fue designado Thomas Cochrane que había formado parte de la armada británica y que ocupaba una banca en la Cámara de los Comunes hasta que fue dado de baja de manera deshonrosa por un escándalo financiero, antecedentes que no pesaron en el momento de ser contratado para organizar la escuadra pero que tendrá incidencia en los problemas que se suscitarán posteriormente.
El 13 de noviembre de 1818 San Martín había emitido una proclama al pueblo del Perú en la que expresaba: “Sin duda, que por ella serán arrojados de Lima los tiranos, y el resultado de la victoria hará que la capital del Perú vea por la primera vez reunidos a sus hijos eligiendo libremente su gobierno y apareciendo a la faz del globo entre el rango de las naciones… Cuando se hallen restablecidos los derechos de la especie humana perdidos por tantas edades en el Perú, yo me felicitaré de poderme unir a las instituciones que los consagren, habré satisfecho el mejor voto de mi corazón, y quedará concluida la obra más bella de mi vida”.
El 30 de diciembre de 1818 da a conocer una proclama dirigida al ejército realista de Lima en donde les dice: “Huid, pues de la ignominia de perecer al lado de tiranos detestables: en las filas de vuestros hermanos patriotas encontraréis el camino del honor, de la felicidad y de la paz. Os lo asegura un general que nunca ha faltado a su palabra”.
Mientras que en San Luis se produce un amotinamiento de los prisioneros españoles lo que obliga al libertador a regresar para resolver el problema, es en ese regreso donde Pueyrredón le pide que retire el ejército de los Andes de Chile para dirigirlo a Buenos Aires a defenderla de los ejércitos federales pero antes de renunciar Pueyrredón deja sin efecto esta orden, sobre la cual volverá a insistir Rondeau sin resultado.
En cambio O’Higgins le reclama a su amigo San Martín que de ninguna manera retire el ejército de los Andes de Chile, el 3 de abril de 1819 le escribe informándole de la decisión de la Logia Lautaro chilena: “… se acordó que todo el ejército permanezca en el país con el fin de realizar la expedición de armas al Perú, fuerte de cinco mil o más hombres, a más guardar dentro de dos meses y medio, contados desde hoy”.
Desde España llegaron noticias preocupantes que luego son revertidas por otras con un tenor claramente esperanzador, Fernando VII estaba preparando una expedición de reconquista esta vez sí sería enviada al Río de la Plata, pero tiempo después se conoce que la misma no concretaría a raíz de una revolución liberal en la propia península encabezada por Rafael de Riego que tuvo su inicio el 1° de febrero de 1820 y que precisamente tuvo su foco en el ejército que se estaba preparado para cruzar el Atlántico, revolución que repuso la Constitución de 1812 y cuestionaba el absolutismo del rey.
Decía la proclama de la revolución de Riego: “España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna.”
A las muchas preocupaciones del general se agrega otra muy penosa, Remedios debió regresar a Buenos Aires con la niña por razones de salud, San Martín las acompañó hasta el río Quinto, cuando se despidieron teniendo la incertidumbre de no saber cuándo se volverían a ver, pero no sospecharon que sería la última, Belgrano fue quién dispuso la escolta para Remedios y su hija hasta Buenos Aires, el designado para esa misión fue José María Paz.
Ante el reclamo insistente del Directorio para que ingrese en las luchas internas en vez de continuar combatiendo a los enemigos de la patria, San Martín le escribe una carta a Estanislao López que lo posicionará como el más grande patriota que conoció nuestro país dejando una imborrable lección a las generaciones futuras, le decía al caudillo santafesino el 12 de marzo de 1819: “Paisano y muy señor mío: Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra de honor…El verdadero patriotismo en mi opinión consiste en hacer sacrificios: hagámoslos, y la patria sin duda alguna es libre; de lo contrario seremos amarrados al carro de la esclavitud. Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas…”.
El 27 de julio de 1819 el libertador emite una encendida e histórica proclama dirigida al Ejército de los Andes donde expresaba: “Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear, y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan: vamos a desengañarlos”.
Y continuaba con el mismo ímpetu y fervor: “La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetita que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos”.
Para finalizar: “Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje”.
Ante los problemas que se estaban sucediendo entre Buenos Aires y las provincias que habían derivado en un cambio de gobierno y sabiendo de las críticas por negarse a intervenir en la guerra civil, le dirige una proclama al pueblo de las Provincia Unidas donde señala, el 22 de julio de 1820: “Compatriotas: se acerca el momento en que debo seguir el destino que me llama; voy a emprender la grande obra de dar libertad al Perú, más antes de mi partida quiero deciros algunas verdades…”.
“Compatriotas, yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias. Vosotros me habéis recriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque este habría sido el resultado, si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas. Mi ejército era el único que conservaba su moral y me exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar al Perú, y suponiendo que la de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas, y solo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sud América”.
Dos años después le envió una carta a O’Higgins donde era consciente de las consecuencias que tendría por no haber obedecido la orden de ingresar en la guerra civil en defensa de los intereses porteños, le decía: “El partido actual no me perdonará jamás mi negativa a sacrificar la división que estaba en Mendoza a sus miras particulares, pero ni usted ni yo, mi buen amigo, no esperamos recompensas de nuestras fatigas y desvelos y sí sólo enemigos. Cuando nos harán justicia”.
Hipólito Bouchard combatió en San Lorenzo a las órdenes de San Martín, dio la vuelta al mundo a bordo del barco La Argentina y llegó a Valparaíso para sumarse a la expedición libertadora, se había dedicado a atacar a todo barco español con el que se cruzaba y contaba con un botín considerable, al llegar a Chile el marino escocés Thomas Cochrane le incautó el barco y los tesoros, Bouchard fue encarcelado bajo el cargo de piratería.
Tomás Guido representante de las Provincias Unidas ante el gobierno de Chile, presentó una protesta por la detención de Bouchard pero su queja no fue atendida.
El coronel argentino Mariano Necochea no esperó y realizó una operación comando, al mando de un grupo abordó La Argentina y echó a los usurpadores, la justicia terminó absolviendo a Bouchard y le devolvió su barco y otros buques pero los tesoros nunca aparecieron, Cochrane se había quedado con ellos.
El libertador debía atender varios frentes además de la preparación de la expedición debía seguir atento a los sucesos de la guerra civil en su país y las diferencias políticas cada vez más expuestas en Chile.
Recordó la situación en ese año 1820 en una carta enviada al general Miller unos años después: “El gobierno de Buenos Aires disuelto, no dejaba la menor esperanza de auxilio alguno, y la anarquía de sus provincias se había hecho sentir en el Ejército de los Andes por la sublevación y pérdida del batallón de cazadores, fuerte de 1072 plazas (1), como por la deserción escandalosa que experimentaban los demás cuerpos del mismo ejército, efecto de las sugestiones de los anarquistas: todo lo que hacía más difícil la situación. El partido de los Carrera activo y emprendedor ocupaba la atención del gobierno con conspiraciones repetidas, distrayéndolos del principal objeto cual era la expedición. La escuadra dividida entre los partidarios de Guise (2) y Cochrane, y este último multiplicando las dificultades para que la expedición no pasase de 1200 hombres”.
Y continuaba señalando: “…el general Miller es un testigo ocular del mal estado en que salieron la escuadra y transportes, como de la calidad de las tropas; a pesar de todo, no quedaba otro recurso que cerrar los ojos al porvenir transportando la guerra al Perú, pues en Chile era moralmente imposible existir seis meses más sin disolver enteramente las tropas por falta de auxilios con que sostenerlas”.
Cuando ocupó Santiago de Chile envió a Lima al mayor Domingo Torres con la excusa de organizar un cambio de prisioneros, el agente llevaba 6000 pesos destinados a ayudar a la difícil situación en que se encontraban los presos patriotas en El Callao, eran prisioneros de los combates de Chacabuco y Cancha Rayada en Chile y de las expediciones en el Alto Perú.
Las instrucciones que le había dado eran: “Procurará tomar cautelosamente razón de los diversos cuerpos de línea que guarnecen la capital. Indagará el número de buques de guerra y corsarios en servicio; las embarcaciones mercantes ancladas en el puerto del Callao, las que pueden ser armadas en corso averiguando el número de marinos disponibles, número y calidad de los oficiales de la marina real”
Torres cumplió con creces la misión informando la cantidad de naves disponible, ubicación y contenido de los depósitos de materiales, los recursos económicos con que contaban los españoles, sondeó a los universitarios y el apoyo de la población más pobre formada por indios y mestizos.
Como ya hemos señalado sobre la disposición de espías en Chile, también lo hizo en Perú, contaba con el español Bernardo Polledo a quien el gobierno de Buenos Aires nombrará coronel, también dos oficiales del ejército realista José García prisionero en Maipú y José Fernández Paredes desertor del bando realista, pero García terminará convirtiéndose en un delator provocando la detención de algunos patriotas.
Otro de los agentes envió el 16 de marzo de 1819 un informe a San Martín donde le decía: “La ciudad está desmantelada y sin preparativo alguno para la defensa…”.
La moral de la tropa de los españoles residentes en Lima era muy baja, el virrey estaba dispuesto a resistir, pero los españoles ricos ya habían enviado sus caudales a España previendo un resultado desfavorable, la situación daba la impresión de un imperio que se desmoronaba.
Otro agente Fernández López Aldana le informaba en agosto de 1820 que primaba el desconcierto entre los españoles incluido el virrey, que la moral estaba muy baja entre la tropa, que había descontento con el virrey y que aumentaban las deserciones y pasaje a las filas patriotas. Los agentes patriotas se encargaban de repartir proclamas en iglesias, plazas, mercados y cafés.
Mientras que el virrey no mostraba muchas expectativas en contar con un resultado favorable: “Es casi infalible la pronta venida de la expedición de Chile a atacar este virreinato por mar y tierra. Tienen fuerzas navales muy superiores a las nuestras y diez mil hombres de tropa de tierra. Yo no reúno cinco mil para la defensa de esta inmensa costa, casi todos reclutas del país y sin armas para muchos de ellos…Mis esperanzas fincan únicamente en la llegada oportuna de dos mil hombres que debían salir en marzo de Cádiz”.
Estaba embarcado en la preparación de la misión cuando el Libertador recibió una noticia que lo golpeó, como fue la muerte de su respetado amigo Manuel Belgrano, muerto en el olvido de la ciudad de Buenos Aires, sólo un diario se ocupó de su fallecimiento El Despertador Teofilantrópico: “Es un deshonor a nuestro suelo, es una ingratitud que clama el cielo, el triste funeral, pobre y sombrío que se hizo en una iglesia junto al río, al ciudadano ilustre general Manuel Belgrano”.
El 20 de agosto de 1820 concretaba el sueño libertador, la expedición salía de Valparaíso rumbo al Perú, el centro del poder realista y colonial.
Estaba compuesta por parte del ejército argentino que totalizaba 2111 hombres y el ejército chileno compuesto por 1805 hombres, sumando un contingente de 3916 combatientes.
El jefe del Estado Mayor era Juan Gregorio de Las Heras, que tenía bajo su mando a los generales Juan Antonio Álvarez de Arenales, y al ex gobernador de Cuyo, Toribio de Luzuriaga, los jefes de tropa eran los coroneles Pedro Conde, Enrique Martínez, Mariano Necochea, Rudecindo Alvarado, Mariano Larrazábal, el mayor Ramón Deheza, los tenientes coroneles chilenos José Borgoño y José Santiago Sánchez y el mayor Santiago Aldunate.
San Martín estaba acompañado por Tomás Guido como representante de las Provincias Unidas en Chile, Antonio Álvarez Jonte auditor de guerra que se encontraba muy enfermo, Juan García del Río y Bernardo de Monteagudo.
Toda la expedición viajaba con una escuadra comandada por Cochrane compuesta por 8 buques de guerra y 16 naves de transporte.
El triunfo en Boyacá había dado a Bolívar el dominio de Bogotá, con los territorios recuperados había conformado la república de la Gran Colombia con capital en Angostura a orillas del Orinoco en diciembre de 1819, a principios de 1820 estaba en Nueva Granada listo para emprender nuevas campañas.
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(2) Martín Guise marino británico que se puso al servicio de la escuadra chilena participó de la expedición a Perú y mantuvo diferencias con Cochrane