El Forjista
San Martín estaba de regreso en Chile en mayo de 1817, O’Higgins dirigía el sitio a Talcahuano, pero los realistas recibían constantes refuerzos y provisiones por mar desde Lima.
Ese nuevo cruce de la cordillera volvió a afectar su salud y debió guardar reposo en una chacra, delegó el mando en Antonio González Balcarce.
El gobierno chileno convocó a un plebiscito al pueblo para determinar si aprobaba o no la declaración de la independencia, por abrumadora mayoría la respuesta fue afirmativa.
En tanto se decidió levantar el sitio de Talcahuano ante la noticia de la llegada del general Mariano Osorio con refuerzos desde Lima, quién había comandado la reconquista de Chile para la corona española en 1814 con la victoria de Rancagua, se temía que lograra recuperar Concepción y cortar en dos la zona dominada por los patriotas que decidieron concentrar las tropas en Santiago.
Osorio llegó con un contingente de 3.300 soldados que se sumaron a los 1700 que resistían en Talcahuano y comenzó el avance hacia Concepción.
A pesar de la amenaza enemiga O’Higgins hizo redactar la declaración de la independencia donde se decía: “Era preciso que algún día llegase al término de esta violenta sumisión; pero, entretanto, era imposible anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter sacrílego a sus pretensiones y no hace más que desacreditar la justicia en que se fundan. Estaba reservado al siglo 19 el oír a la América reclamar sus derechos sin ser delincuente y mostrar que el período de su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad”.
La declaración de la independencia se concretó el 12 de febrero de 1818 al cumplirse el primer aniversario del triunfo en Chacabuco.
El 19 de marzo el ejército patriota es sorprendido en Cancha Rayada donde sufre una derrota, en la batalla cayeron 120 patriotas y 300 resultaron heridos, incluido O’Higgins que recibió una herida de arma blanca en un brazo, los enemigos tuvieron 40 muertos y 110 heridos.
Esta derrota cala hondo en el ánimo de la tropa por eso el San Martín decide realizar una encendida arenga a sus combatientes desde los balcones de la Casa de Gobierno, les dice: “Yo dejo en marcha una fuerza de más de 4000 hombres sin contar las milicias. La Patria existe y triunfará y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur”.
Sus sentidas palabras tienen el resultado esperado el 5 de abril las tropas patriotas obtienen una significativa y decisoria victoria en Maipú, apresuradamente luego de Cancha Rayada reorganizó a su tropa y con 4900 combatientes hicieron frente a los 5300 realistas.
El combate comenzó a las 11 de la mañana cuando se iniciaron los disparos de la artillería patriota, un grupo al mando de Manuel Escalada, el cuñado de San Martín, se lanzó al ataque de la artillería enemiga que estaba provocando numerosas bajas en las filas nacionales, Escalada consigue su objetivo de hacerse de varios cañones que son apuntados contra el enemigo.
En otro sector una arremetida española provoca varias bajas en la infantería por lo que el general ordena el ataque de la reserva al mando de Quintana que fue reforzado con un escuadrón de Granaderos, fue recibida con fuego abundante pero al rato la situación comienza a tornarse favorable para las fuerzas americanas y se empieza a divisar que las tropas realistas estaban duramente dañadas y que muchos comenzaban a huir.
Cada bando gritaba ¡Viva el Rey! o ¡Viva la Patria! hasta que las voces españolas comenzaron a enmudecerse y se comenzó a escuchar ¡Viva la Libertad!, las tropas españolas huían en todas direcciones, fueron perseguidos por la caballería que prácticamente los destrozó, convirtiéndose en una de las batallas más sangrientas en que muchos de los participantes habían intervenido.
El general Las Heras había provocado serio daño a otra ala del enemigo que también se dio a la fuga, en pocas horas el resultado de la batalla estaba decidido.
Los españoles perseguidos por Las Heras se refugiaron en un galpón donde hicieron ondear una bandera de rendición, pero de manera sorpresiva desde el galpón comenzaron disparos de cañón lo que provocó el ataque de las fuerzas patriotas hasta que se produjo la rendición definitiva.
Un rato después se produjo el abrazo histórico que sintetizó las ansias de liberación de los pueblos hermanos entre San Martín y O´Higgins que fue inmortalizado en el cuadro de Fray Pedro Subercaseaux Errázuriz.
Un testigo presencial Samuel Haigh escribió sobre el dolor y la ira de los afroargentinos porque fue su batallón el que sufrió las principales bajas, 400 hombres de esa procedencia dejaron su sangre y sus cuerpos en esa batalla: “Nada podía exceder al furor salvaje de los negros del ejército patriota, habían llevado el choque de la acción contra el mejor regimiento español, y perdido la mayor parte de sus efectivos, deleitábales la idea de fusilar a los prisioneros. Vi un negro viejo, realmente llorando de rabia cuando se apercibió que los oficiales protegían de su furor a los prisioneros…Nuestra misión era mantener apartados a los soldados e impedirles sacrificar a sus cautivos”.
El 11 de abril de 1818 el Libertador le escribe al virrey del Perú Pezuela para evitar más derramamiento de sangre: “Querer contener con bayoneta el torrente de la opinión universal de la América, es como intentar la esclavitud de la naturaleza. Examine V. E. con imparcialidad el resultado de los esfuerzos del gobierno español en tantos años y sin detenerse en los triunfos efímeros de libertad”.
“Convóquese a ese ilustrado vecindario de Lima, represéntesele de buena fe los deseos candorosos de los gobiernos de Chile y Provincias Unidas, óigasele en la exposición pública de sus derechos; decida el pueblo, bajos los auspicios de V.E., la forma de gobierno que conviene a sus intereses adoptar; escúchese igualmente con verdadera libertad a las demás provincias sujetas por la fuerza, y sus deliberaciones espontáneas serán la suprema ley a que sujetaré mis operaciones ulteriores según me está prevenido por mi gobierno”.
“Anhelo sólo el bien de mis semejantes; procuro el término de la guerra, y mis solicitaciones son tan sinceras a este sagrado objeto, como firme mi resolución, si no son admitidas, de no perdonar sacrificio por la libertad, por la seguridad y por la dignidad de la patria”.
El virrey le contestó: “No puede caber opinión problemática sobre quienes han sido los causantes de los males terribles que ha producido la contienda entre los individuos de una propia familia, ni el éxito que favoreciese a los promotores de la insurrección en el término de la lucha. Aun cuando los eleve a la clase reconocida de nación soberana, podrían jamás disculpar en aquellos la criminalidad de su primer intento, ni eximirlos de la responsabilidad ante Dios, de la sangre derramada y las fortunas destruidas para conseguirlo, al paso de que las autoridades que sostiene a costa de la suya las leyes de estos reinos y la integridad del territorio, no sufrirán en sus consecuencias la horrenda agitación de tan cruel remordimiento”.
Busaniche explica que el triunfo en Maipú alentó a Bolívar: “Bolívar está en un rincón del Orinoco donde la independencia es apenas una esperanza. En agosto llegan algunos diarios ingleses que anuncian la victoria de San Marín en Maipú. Y entonces concibe un proyecto semejante al del paso de los Andes por el héroe del sur: el paso de los Andes venezolanos, remontando el Orinoco, para caer sobre los españoles en Bogotá y seguir si le es posible a Perú, baluarte realista de América”.
Apenas se enteró de la victoria de Maipú el embajador español en Londres le escribió a la Corte: “…los resultados de tan desgraciado acontecimiento podrán ser aún más funestos a los intereses de S. M., pues jamás ha estado toda aquella América más expuesta que ahora a una absoluta emancipación”.
El Journal du Commerce de París decía: “San Martín ha cumplido su palabra y en dieciséis días ha resuelto para siempre la suerte de Buenos Aires, Chile, Perú y Quito y ha construido las bases para la futura independencia de México”.
El triunfo de Maipú no había terminado el dominio español sobre el territorio chileno, el general Osorio mantenía el control sobre Talcahuano y Concepción, pero cuando pidió refuerzos a Lima el virrey Pezuela le respondió que pensaba seguir una táctica defensiva previendo que los patriotas iban a atacar el Perú.
Pero nuevamente el libertador necesita recursos para emprender el avance hacia Lima por lo cual decidió viajar nuevamente a Buenos Aires a apurar el trámite, en la ciudad se reencontró con Remedios y su hija, y le pidió que se aprestara para mudarse a Mendoza.
Cuando a Buenos Aires llegó la noticia del triunfo de Maipú los festejos del pueblo fueron enormes, el pueblo salió a la calle a comunicar y comentar la noticia, a festejar con un júbilo que parecía hermanar a todos, después de tantas diferencias políticas esta noticia alegraba a casi todos.
San Martín salió de Santiago el 13 de abril, ocho días después de Maipú y llegó a Buenos Aires el 4 de mayo, antes de llegar a la ciudad recibió una carta de Pueyrredón que le decía: “Sin embargo usted me dice que no quiere bullas ni fandangos, es preciso que se conforme a recibir de este pueblo agradecido las demostraciones de amistad y ternura con que está preparado. Si yo quisiera evitarlas, haría un insulto al más noble sentimiento, ni usted puede tampoco resistirse sin ofender la delicadeza de toda esta ciudad que prepara la carrera de su entrada con arcos y adornos, al héroe de los Andes y Maipú”.
Pero el Libertador entró a la ciudad a las cuatro de la mañana para evitar esas “bullas y fandangos”, la ciudad estaba engalanada y en la calle de la Victoria se levantaron arcos de triunfo, el Congreso ordenó premios y distinciones para quienes participaron de las batallas.
En sus Memorias Juan Manuel Beruti escribió: “El 17 de mayo de 1818 , en virtud de la soberana orden del Congreso, se le dio las gracias al general San Martín por la misma soberanía, en su Sala de Sesiones, y a su nombre lo hizo el presidente de este augusto cuerpo; quien luego que entró San Martín, acompañado del Director Supremo del Estado, a éste lo mandó sentar junto a su persona, y a San Martín en una silla que estaba preparada, entre medio del sitial del dosel y los diputados, en cuya presencia le dio las gracias de haber salvado a la patria del furor de los enemigos, (y San Martín) contestó a ello con la sumisión y términos que correspondía”.
Al arribar a la ciudad fue recibido con honores por el Cabildo, el Congreso y el Director Supremo pero esos homenajes no se tradujeron en los recursos que necesitaba para concluir la gesta libertadora, la clase dominante porteña tenía como principal preocupación la guerra civil contra los caudillos del litoral.
Estuvo un mes negociando con Pueyrredón que terminó aceptando aportar 500.000 pesos que se obtendrían de un empréstito entre los comerciantes porteños.
Emprendió el regreso a Chile en julio de 1818 con esa promesa, pero por el cierre de los pasos por la nieve debió permanecer hasta octubre en Mendoza.
Durante esos meses el gobierno chileno no permaneció pasivo, por el contrario, realizó un enorme esfuerzo económico para adquirir buques y formar una escuadra que pudiera surcar el Pacífico rumbo al Perú.
Pero en Buenos Aires la situación era distinta, Pueyrredón le advierte a Guido sobre el clima político que predominaba en la ciudad: “Aquí no se conoce que hay revolución ni guerra, y si no fuera por el medio millón que estoy sacando para mandar a ese país. Ni los godos se acordarían de Fernando… No hay remedio, no se sacan de aquí los 500.000 pesos aunque se llenen las cárceles de capitalistas”.
En ese clima no era posible recaudar los 500.000 prometidos por esa razón es que San Martín decide renunciar así se lo trasmite a Guido: “Ayer he hecho al Director la renuncia del mando del ejército, del que no me volveré a encargar jamás: yo no quiero ser el juguete de nadie y sobre todo quiero cubrir mi honor”.
Muchos de los dirigentes políticos en Buenos Aires descreían de cualquier independencia y sólo estaban preocupados por mantener el comercio y los ingresos cuantiosos que le permitía ser dueña exclusiva de la aduana, por eso es que Pueyrredón le ocultaba al libertador que había entrado en negociaciones con los franceses.
A la ciudad había llegado el coronel Le Moyne enviado del rey de Francia que informó a su país que Pueyrredón le dijo: “Considero que sólo Su Alteza el duque de Orleans podría convenirnos bajo todo concepto, si Francia quiere concederle su protección”.
El duque de Orleans sería el futuro rey Luis Felipe de Francia, el enviado francés convenció a la Logia que la mejor solución para sus problemas era coronar un monarca francés en Buenos Aires.
El Congreso aprobó en sesión secreta enviar al sacerdote Valentín Gómez con instrucciones para escuchar las propuestas de la Corte de París y en caso de fracasar intentar en otros países a excepción de España.
Pueyrredón decide contarle a San Martín estas negociaciones y explicarle la falta de apoyo para su misión a Perú, pidiéndole que renuncie a realizarla, esta carta se cruza con la del Libertador donde renuncia ante la falta de apoyo.
No obstante la resistencia, en vez de los 500.000 se consiguen 300.000 y la Corte de Francia le baja el precio a la posibilidad de tener un dominio en el Río de la Plata, en vez de duque de Orleans le proponen un príncipe muleto el de Luca, pero las guerras civiles impiden el sueño monárquico de los porteños.
Pueyrredón le escribe a San Martín el 2 de septiembre de 1818: “Estoy agotado, estoy desesperado. Ayer he dicho que se proporcionen arbitrios o que se me admita mi dimisión de este lugar de disgustos y amarguras” Le contaba lo difícil que era obtener el dinero prometido que nadie quería poner.
En octubre de 1818 San Martín dejó a su mujer y su hija en Mendoza y cruzó la cordillera para iniciar los preparativos para la expedición a Perú, Remedios comenzaba a manifestar los primeros síntomas de tuberculosis y los médicos le prohibieron viajar a Chile.
La campaña en el sur de Chile llevada a cabo por Balcarce, Zapiola, Freire y Manuel Escalada comenzaba a recuperar territorio hasta que el único reducto realista fue la isla de Chiloé.
Cuando Pueyrredón le informó a Simón Bolívar que las Provincias Unidas habían declarado la independencia, el libertador venezolano le respondió: “cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos, con el más vivo interés , a entablar por nuestra parte el pacto americano que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presenta la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América, así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.