El Forjista

Biografía del general San Martín

 

Capítulo 10 - Los enemigos de San Martín

 

Alvear comenzó un gobierno dictatorial signado por la persecución a los opositores, a algunos de los cuales llegó a ejecutar ante el estupor de la población que tuvo que soportar la visión de los cuerpos sin vida expuestos en la Plaza de la Victoria.

Pero Alvear fue mucho más allá al entrar en negociaciones con los ingleses a los efectos de que las Provincias Unidas se convirtieran en un protectorado de aquel imperio, además fijó impuestos a los alimentos perjudicando a los sectores más vulnerables.

Para poder ejecutar este plan sin resistencia debía quitar del medio a una figura con mucho prestigio como era el gobernador de Cuyo.

Cuando San Martín pidió una licencia por razones de salud, Alvear aprovechó la situación para reemplazarlo designando gobernador a Gregorio Perdriel.

Pero la llegada del nuevo gobernador a Mendoza produjo una rebelión popular en razón de la alta estima que los mendocinos tenían por San Martín, pegaron carteles reclamando “Queremos a San Martín” y “Fuera Perdriel”.

Se reunió un Cabildo Abierto que decidió peticionar a Alvear: “la continuación en el mando del actual jefe, el señor coronel don José de San Martín por la necesidad que contempla de su persona en las actuales circunstancias y porque así ha creído que convenía a la seguridad del Estado y a la tranquilidad de este país, que se halla inmediatamente amenazado por el conquistador de Chile”.

A pesar de las protestas Perdriel insistió en asumir y le pidió a San Martín que reprimiera la manifestación, a lo que se negó, pero sí aceptó acompañarlo en la asunción, cuando llegaron al Cabildo, la multitud vivaba a San Martín e insultaba a Perdriel.

EL nuevo gobernador llegó a Mendoza acompañado por el abogado José María García al que San Martín acusó de haber tramado un atentado contra su vida, así se lo hizo saber en una carta que le envió en mayo de 2015: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha puesto a este pueblo y a mi, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva condescendencia los había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo probado, pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.

La revuelta fue tan masiva que Perdriel no pudo asumir, lo que obligó a Alvear a ratificar a San Martín mientras enviaba a Río de Janeiro a uno de los más nefastos funcionarios, carente de todo patriotismo, Manuel José García para reunirse con Lord Strangford que era el embajador británico ante la corte portuguesa, con la misión de pedirle que la Corona Británica acepte ejercer un protectorado sobre estas provincias americanas.

Alvear decía en una carta enviada a Strangford: “Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que los dirija y contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los horrores de la anarquía. Pero también ha hecho conocer al tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los españoles, que ha excitado el orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución”.

Y seguía en su muestra de la más vergonzosa genuflexión: “En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a nuestros males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa”.

Y en otra carta el “prócer” liberal Alvear decía: “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que la afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la nación, a cuyos efectos espero que V.E: me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene preparara oportunamente la ejecución”.

Para Alvear y la oligarquía porteña el principal genio díscolo era Artigas, cuyo federalismo ponía en cuestionamiento el dominio asfixiante de Buenos Aires, y su liberación de esclavos e indígenas provocaba pánico en aquellos que habían construido fortunas explotando mano de obra esclava.

El otro responsable de la ignominia Manuel García explicaba por que su actuación ante los ingleses no debía considerarse como traición: “En el país no se tenía por traición cualquier sacrificio a favor de los ingleses y aún la total sumisión, en la alternativa de pertenecer otra vez a España. Tampoco era un secreto porque lo sabían muchos”.

A Alvear le interesaba exclusivamente sofocar la rebelión de las provincias del litoral por eso realizó una leva forzosa para enviar un ejército a poner orden en Santa Fe una de las provincias que respondían a Artigas, pero las fuerzas al mando de Ignacio Álvarez Thomas se rebelaron en Fontezuelas el 3 de abril de 1815, Alvear debió renunciar y ayudado por los ingleses escapó a Río de Janeiro.

Álvarez Thomas emitió la siguiente proclama: “Cuando un pueblo valiente, generoso y lleno de virtudes se ve ajado, oprimido y degradado por la pequeña facción de hombres inmorales y corrompidos que en la actualidad componen y son los agentes del gobierno que representa el general Alvear, es un deber sagrado de sus hijos liberar a sus hermanos y compatriotas de los horrores que sufren. Estas y otras razones nos han decidido, de unánime consentimiento, a negar la obediencia al actual gobierno de Buenos Aires mientras se halle regido por el general Alvear o por cualquiera de las personas que forman aquella facción aborrecida”.

Al enterarse de la renuncia de Alvear, San Marín emitió el siguiente oficio al Cabildo de Mendoza el 28 de abril de 1815 “La destrucción del tirano Gobierno de la Capital exige demostraciones de júbilo e igualmente agradecimiento al Ser Supremo, por habernos dispensado su protección para evadirnos del coloso que se había levantado para oprimir los sagrados derechos de los pueblos”.

Pero la traición de Alvear no concluye ahí, cuando llega a Río de Janeiro se reúne con Andrés Villalba el encargado de negocios de España ante Portugal, país con el cual el país estaba en guerra, quien el 26 de junio de 1815 informa a España que Alvear le había dado un detallado informe de las fuerzas militares con que contaba San Martín en Mendoza y también le informaba sobre las fuerzas que tenía Artigas.

Felipe Pigna se indigna con razón porque: “El hombre que tiene uno de los monumentos más costosos e imponentes de Buenos Aires, y al que se homenajearía dándole su nombre a una de las avenidas más elegante de la capital, detallaba la ubicación de nuestras fábricas de fusiles de Buenos Aires y Tucumán y el establecimiento destinado a la producción de pólvora de Córdoba”.

Pero Alvear no paró ahí, en otro documento entregado a los españoles responsabilizaba a Artigas porque las Provincias Unidas no hubieran regresado mansamente al poder del imperio español y que por esa razón había fracasado su propósito de “volver estos países a la dominación de un Soberano que solamente puede hacernos felices”.

También decía Alvear sin vergüenza alguna: “A lo menos espero que considerándome como un vasallo que sinceramente reclama la gracia de su Soberano, y está dispuesto a merecerla, se sirva recomendarme a S. M., ante quien me presentaré, luego que halle seguro transporte para mi persona y familia. A V.S. pido se sirva acceder a esta solicitud, que es gracia que espero de su notoria generosidad”.

Y la catadura moral de Alvear queda expuesta cuando después de haber promovido su reemplazo y posiblemente un atentado contra su persona le escribe a San Martín el 2 de febrero de 1816 para que interceda ante el gobierno de Buenos Aires para que pueda recuperar los bienes embargados, a pesar de todas las agresiones sufridas por el ahora exiliado, San Martín realizó las gestiones que le solicitaban.

Otro enemigo interno de los patriotas americanos fue Manuel García, nueve días antes de la declaración de la Independencia le escribía a Villalba el representante español en Brasil que: “Siendo ya tan públicos los deseos de Su Majestad de terminar, sin más derramamiento de sangre, las prolongadas discordias del Río de la Plata, espero no extrañe a vuestra señoría la licencia que me tomo de suplicarle quiera ilustrarme acerca del modo que juzgue será más conveniente para alcanzar tan importante objeto, en inteligencia que la contestación de vuestra señoría servirá de fundamento a las propuestas que pienso transmitir al Gobierno de Buenos Aires. Dios guarde a vuestra señoría”.

El 18 de julio Villalba le contestaba que el rey estaba dispuesto a admitir en su seno de la Nación Española como a los demás vasallos de las Provincias del Río de la Plata olvidando lo ocurrido en 1810 y le dejaba formar un gobierno interino pero que seguía mandando en nombre del rey volviendo todo a como se encontraba en 1808, enarbolando la bandera española y que desparecieran la escarapela y cualquier símbolo de la revolución después podrían enviar diputados para “implorar la poderosa protección de la augusta hermana de Su Majestad, la Reina fidelísima, cerca del Rey nuestro Señor, y para entenderse con esta Legación”-

Y continuaba diciendo el español: “Su Majestad está también dispuesto, y yo estoy autorizado para atender y recompensar dignamente a aquellas personas que hubiesen manifestado más su decisión y hubiesen tomado más empeños en promover y establecer la sumisión voluntaria de estas provincias a su soberanía, premiando así el placer que proporcionan a su real corazón, de ahorrar la sangre de sus amados vasallos, proporcionándoles al mismo tiempo su felicidad. Dios guarde a usted muchos años”.

En Buenos Aires asume un nuevo director Supremo, José Rondeau, quien decide realizar la tercera expedición al Alto Perú, desatendiendo las recomendaciones de San Martín y que terminará en un nuevo fracaso, en tanto se nombra a Álvarez Thomas como director interino quien decide emprender otra ofensiva contra los caudillos federales.

La expedición comandada por Rondeau cuenta con la colaboración de los valientes caudillos altoperuanos y con su ayuda logra recuperar Potosí, Chuquisaca y Cochabamba forzando la retirada de los realistas dirigidos por Joaquín de la Pezuela, pero el virrey del Perú le envía refuerzos, logrando derrotar a los patriotas.

Entre los caudillos altoperuanos que realizaron sacrificios conmovedores luchando en condiciones siempre desfavorables se encontraban Manuel Ascencio Padilla, Juana Azurduy, Ignacio Warnes, José Miguel Lanza, Ildefonso Muñecas, Juan Antonio Álvarez de Arenales, José Vicente Camargo y Miguel Betanzos.

Pezuela recibió importantes refuerzos de Perú y Chile para iniciar una contraofensiva contra el ejército del Norte al mando de Rondeau; Álvarez de Arenales que tenía dos años de experiencia en el terreno le recomendó evitar combates abiertos y resistir con tácticas de guerrillas en espera de refuerzos de Buenos Aires, pero Rondeau no le hizo caso, en octubre de 1815 los patriotas fueron derrotados en Venta y Media , pero el desastre llegó al mes siguiente en Sipe Sipe produciendo el desbande del ejército de Rondeau, una vez más debían retirarse del Alto Perú en el medio de deserciones e indisciplina generalizada dejando a los altoperuanos a merced de las represalias realistas.

San Martín convocó a un nuevo Cabildo Abierto en Mendoza el 6 de junio de 1815 donde expresaba: “Ha llegado la hora de los verdaderos patriotas. Se acerca al Río de la Plata una expedición de diez mil españoles… Basta de ser egoístas para empeñar el último esfuerzo en este momento único que para siempre fijará nuestra suerte. A la idea del bien común y a nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos…Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos a la mitad”.

Aun no se sabía hacia donde se dirigía la expedición que había partido desde España para terminar con las revoluciones.

En 1815 llega a Venezuela la expedición española de reconquista liderada por el general Morillo que iba a ser destinada al Río de la Plata pero que se dirigió finalmente hacia el norte, Bolívar resiste, pero es derrotado y debe exiliarse en Jamaica.

San Martín ya tenía la idea que no había que demorar la declaración de la independencia así se lo dice en abril de 1816 a Godoy Cruz: “¿Hasta cuándo esperaremos para declarar nuestra independencia?... Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.

Mientras en Buenos Aires se dudaba, Artigas no dudó convocando al Congreso de los Pueblos Libres a los que enviaron sus representantes las provincias de la Banda Oriental, Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, los diputados se reunieron el 29 de junio de 1815 en Concepción del Uruguay y proclamaron la Independencia y la república.

A la oligarquía porteña le horrorizaba el reparto de tierra y ganado entre los desposeídos que realizaba Artigas en la Banda Oriental que pudiera trasladarse a esta parte del Río de la Plata; además Artigas fue el primero en plantear el federalismo con el reparto equitativo de la riqueza a todas las regiones de la Nación.

Los porteños le ofrecieron a Artigas la independencia de la Banda Oriental a lo que el caudillo oriental se opuso, Álvarez Thomas reinició la guerra civil invadiendo Santa Fe.

San Martín tenía quejas al centralismo pero no adhería a la idea de confederación que proponía Artigas ya que consideraba que debilitaba la lucha contra los realistas.

Así le escribía a su amigo Guido el 24 de febrero de 1816: “Me muero cada vez que oigo hablar de federación: ¿no sería más conveniente trasplantar la capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias? ¡Pero federación!”.

Y seguía en la misma carta: “Amigo mío, si con todas las provincias y sus recursos somos débiles, que nos sucederá aislada cada una de ellas, agregue usted a esto la rivalidad de vecindad y los intereses encontrados de todas ellas, y concluirá usted que todo se volverá una leonera, cuyo tercero en discordia será el enemigo”.

Aunque fueron las fuerzas federales de Artigas y Güemes las que enfrentaron a portugueses que invadieron la Banda Oriental desde Brasil y españoles que invadieron Jujuy y Salta desde el Alto Perú, pero la creación de una fuerza de miles de hombres y con suficientes recursos para el Ejército de Los Andes requería de un gobierno central fuerte.

El 14 de julio 1816 muere preso y enfermo en Cádiz Francisco de Miranda y ese año con la ayuda de la revolución haitiana Bolívar lanza la contraofensiva en Venezuela.

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