El Forjista
Nacido en Santander, hijo de labradores, Manuel Moreno Argumosa decidió al igual que muchos de sus compatriotas, buscar mejor suerte en el Nuevo Mundo.
Era joven cuando en 1766, con muy poco dinero, se embarcó en Cádiz con rumbo hacia La Habana, escaso tiempo después logró un empleo como escribiente en un barco. Pero la suerte no lo acompañó es ese trabajo, el barco naufragó en el Cabo de Hornos, los sobrevivientes debieron pasar varios meses en Tierra del Fuego, donde con los restos de la embarcación lograron construir otra más pequeña, con la cuál se lanzaron a un viaje lleno de peripecias, que logró, no obstante, llegar hasta Montevideo.
Estos sinsabores aplacaron su espíritu de aventura, decidiendo obtener un empleo más seguro. En Buenos Aires obtuvo trabajo dentro de la burocracia estatal como empleado de la Tesorería de Cajas de Reales, con un salario que apenas alcanzaba para las necesidades más apremiantes.
Más tarde, contrajo enlace con la hija del tesorero de la misma oficina, doña Ana María Valle, criolla, quién el 23 de septiembre de 1778 dio a luz al primero de sus hijos al que bautizaron con el nombre de Mariano.
Ese año el virrey Vértiz ordenó realizar un censo en Buenos Aires que de acuerdo a las cifras no muy precisas contaba con 24.000 habitantes. Por aquél entonces las manzanas edificadas eran sólo una pocas, las casas bajas y con amplios patios, grandes quintas rodeaban a este Buenos Aires colonial.
Los primeros estudios de Mariano fueron en la Escuela del Rey donde se enseñaba a leer, escribir y contar; sin embargo, el pequeño ya sabía leer pues su madre le había enseñado las primeras letras.
Las escuelas de primera enseñanza en América eran costeadas por los cuerpos municipales o por una cuota que debían pagar los padres de los alumnos. El nivel de estas escuelas dejaba mucho que desear pues no existía ningún sistema educativo y muchos de los maestros no tenían siquiera los conocimientos mínimos para educar conscientemente a sus alumnos, quienes debían procurarse los libros de lectura en sus hogares.
Cuando contaba con ocho años de edad, Mariano Moreno fue atacado por la viruela, dejándole secuelas en su rostro. Esta enfermedad ha dado pie para una de las tantas polémicas sobre Moreno, pues como señalara el historiador Miguel Angel Scenna, se ha llegado a discutir si el revolucionario de las jornadas de Mayo, era lindo o feo. Esto se debe a que la inmensa mayoría de los retratos que se conocen, lo muestran con un rostro bastante mejorado, con un cutis terso, lo que contradice lo que se sabe sobre su contextura física.
Un retrato del pintor de Cuzco, Juan de Dios Rivera, tomado del natural y posiblemente, anterior a los acontecimientos de la Revolución; muestran a un Moreno de rostro alargado, abundante cabellera peinada hacia delante cubriendo la frente, con cortas patillas curvadas, con ojos grandes y vivos, una larga y afilada nariz, y con marcas de la viruela en su rostro.
La desfiguración de Mariano Moreno no se limitó a su ideario, sino que comenzó por este y continúo con su físico, en su afán por imponer su pensamiento, la versión liberal de la historia argentina ha llegado al punto de embellecer próceres, preocupándose muchos más por los bustos de bronce que por los seres de carne y hueso.
Pero volvamos a la infancia de Mariano, a los doce años ingresó al Colegio San Carlos, en momentos en que nace su hermano Manuel, quién fuera el biógrafo y compañero inseparable del futuro secretario de la Revolución.
El Colegio San Carlos era costeado por la Corona que había adjudicado parte de los bienes de los jesuitas, cuando estos fueron expulsados de América. El joven Moreno estudió gramática latina y filosofía, destacándose en ellas por la dedicación con que encaraba sus estudios. Aprendió el latín a la perfección, a tal punto que a los 15 años escribía poemas en ese idioma.
Los alumnos que concurrían a San Carlos llevaban una vida de monasterio inducida por los sacerdotes que dirigían el colegio, los jóvenes se levantaban al alba para escuchar misa, estaban alojados en cuartos donde dormían tres o cuatro en cada uno.
Pero como el sueldo del padre de Mariano era modesto y no alcanzaba para pagar los alimentos, el muchacho sólo concurría a las aulas.
El estado de la enseñanza de la época era el correlato del despotismo de la Corte Española en América. Manuel Moreno decía al respecto :... las lecciones se reducen a formar teólogos intolerantes que gastan su tiempo en agitar y defender cuestiones abstractas sobre la divinidad, los ángeles, etc., los conocimientos que adquirían los alumnos tenían muy poca utilidad para sus vidas.
Como todo nación imperial, España intentaba por todos los medios, que sus súbditos no accedieran a la cultura. En el año 1796 se estableció en Buenos Aires la escuela náutica y una academia de dibujo y escultura por impulso de Belgrano, ambas estaban solventadas por fondos del Consulado que era un cuerpo de comercio, pera dichos institutos fueron suprimidos pues se entendía que las matemáticas y las artes no eran para los americanos. Los eclesiásticos a cargo del Colegio San Carlos desconocían casi por completo las ciencias naturales.
Al entra a la adolescencia, Mariano Moreno consume buena parte de su tiempo dedicado a la lectura, que se convirtió en uno de los pasatiempos predilectos, el padre franciscano Cayetano Rodríguez, confidente del joven, le permitió concurrir a la biblioteca del Convento de San Francisco, de esta forma saciaba su sed de conocimientos.
Esta cordial relación con Rodríguez se mantendrá por largos años, y fue precisamente él quién le permitió comenzar su carrera universitaria al presentarle a sus amigos. Estos hombres trataban al muchacho con especial dedicación al percibir su inteligencia y los conocimientos adquiridos a pesar de su corta edad.
La vida familiar se caracterizaba por la austeridad y la rigidez propia de la época. Su madre concurría diariamente a misa, por las mañanas se dirigía a la iglesia de San Francisco, aunque algunas veces prefería la de Santo Domingo y para las fiestas la Catedral. Su padre hacía lo mismo de paso para el trabajo. Don Manuel Moreno prefería la paz del hogar , ahí pasaba todo su tiempo fuera de las horas del trabajo, dedicado a la educación de sus hijos, que llegaron a ser cuatro mujeres y cuatro varones.
Por las noches los amigos del padre concurrían a las tertulias en casa de los Moreno, se permitía la presencia de los hijos mayores. En determinado momento, el jefe de la familia se ve obligado a dejar a la familia por un tiempo para desempeñarse como ministro de la Real Hacienda en una de las comisiones formadas pos lar coronas de España y Portugal para determinar los límites de las colonias de ambas potencias. Este destino le permite mejorar su condición económica de tal forma que accede a una casa y algunos esclavos.
La fuerte personalidad del joven Mariano aún se encontraba oculta por la rigidez de su hogar y las enseñanzas del colegio. A los 20 años concluye sus estudios y debe optar por alguna carrera, las posibilidades no abundaban, tal vez la carrera militar, quizá el sacerdocio o las leyes.
La voluntad de sus padres era que emprendiera la carrera eclesiástica, se fundaba en la tendencia del muchacho hacia esas cuestiones, aunque por esos tiempos los gustos del interesado no contaban demasiado. Sin embargo, un año transcurrirá sin que pueda iniciar sus estudios, el presupuesto de la familia impedía enviarlos a Chuquisaca o Córdoba. Los padres podían elegir entre ambas Universidades para enviar a sus hijos, en el caso de los más acomodados España presentaba una mejor opción, como ocurrió en el caso de Belgrano.
Desde algún tiempo atrás residía en Buenos Aires el sacerdote Iriarte que provenía de Chuquisaca de paso para España, pero algunos problemas lo retuvieron en la ciudad. La vida social de Iriarte fue sumamente activa, concurría habitualmente a las tertulias familiares, a las charlas en el Convento, a los exámenes del colegio. De esta forma conoció a Mariano y a sus padres y amigos, quedando impresionado por el talento del muchacho, al conocer su interés por estudiar en el Alto Perú u las dificultades para hacerlo, se ofreció como intermediario para hacer realidad la voluntad de la familia.
De esta manera, Mariano Moreno obtenía una mensualidad para sus gastos y un lugar donde alojarse en el Alto Perú, la casa del amigo de Iriarte, el canónigo Matías Terrazas.
Las circunstancias coadyuvaron para hacer posible el deseo familiar, Manuel Moreno obtuvo un ascenso en su empleo pasando a ocupar el puesto de Contador del Tribunal de Cuentas con un sueldo muy superior al anterior, de esta forma le era posible pagar el pasaje de su hijo mayor. Fray Cayetano Rodríguez hizo todo lo posible para este feliz final, de ahí en más fue el intermediario entre Mariano y su familia.
Todo esta determinado, Mariano viajaba a Chuquisaca a estudiar teología y terminada su carrera se consagraría al sacerdocio, ya estaba resuelto en el ámbito familiar, pero de otra manera se desarrollarían los acontecimientos y la decisión final del joven.
500 leguas separaban a Buenos Aires de Charcas, el viaje era por demás dificultoso por aquellos días y pondrá a prueba la voluntad de Mariano Moreno.
El viaje y la estada en la provincia del Alto Perú produjeron un gran cambio en su vida. Se lo ha acusado de no tener un conocimiento acabado de la vida y de los hombres, si bien esto pudo ser para el Moreno que partió de Buenos Aires para estudiar y llegar a ser sacerdote, las dificultades que deberá afrontar de ahí en más, en un ambiente desconocido para él, permitirá que aflore su férrea personalidad y las firmes convicciones que lo convertirán en el personaje más importante en los primeros días de la revolución.
Charcas nos devolverá a un joven abogado dispuesto a cuestionar las cadenas que nos ataban a la España despótica.